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LAS AULAS VUELVEN A LLENARSE DE ALUMNOS.
Ángel Gutiérrez Sanz
En España hace ya bastante tiempo que los ciudadanos pueden disfrutar de una escuela
pública gratuita a la que todos pueden tener acceso. Seguramente éste haya sido uno de
los logros más importantes de los tiempos modernos y uno de los remedios más eficaces
contra la desigualdad social. Si consultamos las estadísticas podemos comprobar que la
tasa de escolarización es altísima y raros son los casos de absentismo escolar. Lo cual
es un motivo de satisfacción; pero haríamos mal si nos contentáramos sólo con esto
porque escolarizar no es lo mismo que educar, hasta el punto de que puede darse una
educación de calidad sin escolarización, igual que puede existir una escolarización sin
una adecuada educación. Esto es así, aunque haya quien se niegue a reconocerlo. Ahora
mismo el problema que tenemos en España no es tanto asegurar a nuestros niños y
jóvenes un puesto en la escuela sino el que ésta alcance los niveles exigibles y se
convierta en un lugar de encuentro con la cultura y también con la persona humana.
No es éste el momento de hacer un estudio a fondo sobre “el qué”, “para qué”, “ el
cómo” y “ el por qué”, de lo que debe ser una buena educación, pero siempre es
oportuno señalar aquellos fallos que convendría corregir cuanto antes. Comencemos por
el que podíamos llamar deshumanización educativa. Escuela y sociedad se
intercomunican cual si fueran vasos comunicantes, lo que pasa en la escuela va a
repercutir tarde o temprano en la sociedad, pero también viceversa; lo que está pasando
en la sociedad se deja sentir en la escuela y sabido es de todos que lo que preocupa a
nuestro mundo no son precisamente las conquistas de tipo humanistas sino las de
carácter técnico. Hoy nadie se siente avergonzado por desconocer quienes fueron los
padres del Renacimiento, ni cuales fueron las consecuencias de la Revolución francesa,
ni por el supino analfabetismo religioso; hoy lo que abochorna es no utilizar las redes
sociales o no saber mandar un Whats App .
Habiéndonos desentendido de todas las aspiraciones profundas del ser humano
buscamos la satisfacción inmediata de unas necesidades creadas por nosotros mismos.
Nos hemos dejado engañar por quienes dicen que lo más importante en la vida es
aprender a ganar dinero porque con él se tiene todo. Hemos ido aprendiendo a movernos
en la vida teniendo como única perspectiva el horizonte económico. Nos hemos
olvidado de nosotros mismos para entregarnos a la técnica sin el menor remordimiento
y si hoy estamos tristes y preocupados no es porque hayamos dejado de ser lo que
debiéramos, sino porque no podemos vivir al ritmo que vivíamos antes.
En este caldo de cultivo es perfectamente comprensible que los saberes humanísticos,
esos que te ensañan a ser persona, no hayan podido resistir la competencia de los
saberes técnicos, esos que te ayuden a triunfar en la vida, razón por la cual aquellos
académicamente están a la baja mientras estos están al alza , tan es así que hay quien
piensa que a la escuela se va a aprender cosas que sean útiles para la vida y como se
supone que las humanidades no lo son, éstas han de quedado reducidas a la mínima
expresión, incluso puede que lleguen a desaparecer.
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Es perfectamente comprensible así mismo que un educador, que se precie de serlo,
cuando haga saber a sus alumnos que es preciso tener un gran ideal en la vida o que los
valores de belleza, amistad, honradez, bondad, etc, son más fundamentales que el valor
económico, no le crean y que cuando les hable del gozo inconmensurable de llegar a
ser persona o les asegure que el poso de satisfacción que te queda después de haber
ayudado a un necesitado es mucho más profundo que el que te produce estrenar un
coche de lujo, no le hagan el menor caso, más aún es muy posible que cuando le oigan
decir todo esto le tomen por un chiflado y sus padres también, porque sus expectativas
van en otra dirección y lo que esperan de la escuela es que prepare a sus hijos para ser
unos competidores natos, capaces de triunfar en la dura lucha, lo que buscan es que les
abra las puertas del futuro y ahí se acaba todo.
Otro gran defecto del que adolece la educación en nuestro país, es la politización en que
está inmersa. Llevamos décadas esperando que los políticos nos saquen de este lío
educativo en que nos hemos metido y que nos va a volver a todos locos; pero esto es
tanto como pedir peras al olmo. Los políticos, en el mejor de los casos, pueden saber de
política, no de educación. Ellos pueden crear las condiciones para que el sistema
educativo o el sistema sanitario sean viables, pero quien tiene que decir cómo se educa
son los pedagogos, al servicio de una sana antropología filosófica; lo mismo que
quienes tienen que decir cómo se cura a los enfermos son los médicos conocedores de
las enfermedades, por ser las únicas personas capacitadas para ello. Estatalizar la
enseñanza es un error del que los políticos no acaban de convencerse y posiblemente
muchos ciudadanos tampoco.
De siempre los políticos han mostrado su gran preocupación por controlar la escuela,
sabedores que quien controla las mentes tiene controlada la sociedad. Miedo da oirles
hablar de que van a arreglar el sistema educativo, porque de la política lo único que se
puede esperar es una ideologización, en consonancia con los principios de que se nutre
cada partido. La escuela en manos del Estado se convierte en un instrumento político y a
partir de aquí ya no es de educación de lo que estamos hablando sino de
adoctrinamiento. Cualquier iniciativa con vistas al mejoramiento del sistema educativo
que parta de los intereses partidistas está condenada al fracaso, por la sencilla razón de
que está viciada en origen. Si no salimos de esta confusión y caemos en la cuenta de que
una cosa es la política y otra bien distinta la educación, la cosa va a tener difícil arreglo.
Por fin quisiera referirme a otro fallo, que a mi modo de ver está afectando seriamente
al sistema educativo español, cual es la falta de respeto a la voluntad de los educandos o
de sus representantes. La educación hay que entenderla siempre como un ejercicio de
libertad, por eso las medidas coercitivas desde arriba no se corresponden con lo que se
supone debería ser una decisión voluntaria. Entiendo sí la imposición de tipo general de
que todo ciudadano deba ser educado, porque la educación es un bien del que todos han
de participar, pero fuera de esto hay que dejar a cada cual el margen necesario para que
pueda realizarlo del modo que crea más conveniente, sin intromisiones indebidas. Ello
quiere decir que la educación domiciliaria es tan legítima como pueda ser la
institucionalizada, sujeta siempre naturalmente a los debidos controles y supervisiones
que se crean oportunos.
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Una educación libre ha de respetar también los distintos tipos de sensibilidades
existentes entre los ciudadanos, tanto de los que están a favor de la escuela mixta como
de los que prefieren la escuela diferencia. Desde la pedagogía no tiene justificación
posible el hecho de que en la escuela pública española se prohíba que las niñas y los
niños reciban una educación por separado, ello hace pensar que los motivos de esta
prohibición pueden ser otros, que seguramente tienen que ver con la ideología de
género.
Por último casi no haría falta decir que una educación libre debe ser respetuosa con los
principios y convicciones de los diferentes ciudadanos, para que sean ellos los que
libremente elijan el modelo educativo que más les satisfaga, sin que se vean obligados a
tener que aceptar aquel que otros les imponen. No se puede obligar a nadie a recibir una
educación con la que no se está de acuerdo. Dado el pluralismo social existente, tal
exigencia va a ser difícil de satisfacer sin una oferta educativa plural, algo que en
España no se da, pues lo que existe es un sistema educativo monolítico que mide a
todos por el mismo rasero. Lo que en España tenemos es una misma escuela pública
para todos, como si todos pensaran lo mismo, como si todos tuvieran idéntica
concepción de la vida.
Quiero salir al paso de una confusión generalizada, que cada vez se va extendiendo
más. Con frecuencia se oye decir que una es la escuela pública y otra distinta es la
escuela concertada, como si esta última fuera una escuela privada con capacidad ofertar
otras opciones distintas de las que ofrece la primera pudiendo de esta forma satisfacer el
pluralismo educativo y esto no es así, puesto que la escuela concertada está sujeta a la
misma normativa que la no concertada; lo cual quiere decir que lo que está permitido en
una está permitido en la otra y lo que está prohibido en una lo está también en la otra.
Ambas integran la escuela pública gratuita, sufragada con el dinero de los españoles, si
bien existen diferencias por lo que se refiere a la gestión de gastos, composición del
cuadro docente o retribuciones. De modo que por el hecho de que exista la escuela
concertada no se puede decir que haya pluralismo educativo en España. La escuela con
ideario propio cuesta dinero.
A mí me gusta, cómo no, ver las aulas rebosantes, llenas de muchachos y
muchachas ansiosos de aprender cosas prácticas para la vida, pero aún me gustaría más
ver sus mentes llenas de nobles sentimientos y elevadas aspiraciones, que les hicieran
sentir la necesidad del bien vivir y no sólo de vivir bien, pero si esto no es así y nos
conformamos con que la escuela sea un lugar de aprendizajes técnico-científicos,
entonces para no liarnos y confundir a la gente dejemos de llamar educación a lo que
sólo es instrucción.