Dar una mano, también cuando casi no se puede
P. Fernando Pascual
4-9-2016
Pedimos favores continuamente. Lo hacemos porque sentimos el peso de los asuntos pendientes, y
porque confiamos en que habrá manos y corazones disponibles.
Ocurre, sin embargo, que la ayuda esperada no llega. También los otros tienen muchas ocupaciones,
una agenda llena, o, tristemente, prefieren mirar a otro lado.
Otras veces, y eso siempre se agradece, una negativa está acompañada por una puerta pequeña de
afecto y por una mano que, al menos, alivia un poco.
Porque el amigo que mañana no puede llevarnos al hospital a la cita, nos asegura que lo hará la
próxima semana. O porque mueve cielos y tierras para encontrar otra persona que lo haga.
Es bonito encontrar esos corazones que, a pesar de sus muchas ocupaciones, saben acompañar un “no”
con gestos concretos de cercanía, o simplemente con una pequeña ayuda.
Si nos alegra encontrar este tipo de respuestas, podemos preguntarnos si no hay momentos en que
podemos actuar de modo parecido.
Sé que no tengo tiempo para visitar hoy a este familiar, pero puedo, mientras viajo en el autobús,
enviarle un saludo y mostrarle mi cercanía. Tampoco el tiempo me permite escuchar una larga llamada
de quien desea desahogarse, pero al menos intentaré darle unos minutos de mi día.
El tiempo no es flexible como desearíamos. Lo que sí podemos hacer es apretarlo, cortar por aquí o por
allá. Descubriremos, con sorpresa, que era posible encontrar maneras concretas y cordiales para dar
una mano, también cuando no se puede hacer todo lo que quisiéramos.