Caminar
P. Fernando Pascual
27-8-2016
Caminar: llega el momento de salir de casa y lanzarse a la conquista de una meta deseada.
Cada paso acorta las distancias. El cansancio aparece. El frío o el calor asustan.
A pesar de todo, sigue vivo el deseo de llegar a esa meta que anhelamos.
Allá encontraremos a un amigo sincero, o un paisaje entrañable, o un familiar necesitado, o
simplemente un lugar lleno de recuerdos.
El tiempo pasa. El camino sigue ante nuestros ojos. El sol calienta. El viento refresca.
Un poco de agua, algo de fruta, tal vez unas galletas. Hay que reponer energías.
Cuando la meta se hace visible, el corazón siente un palpitar alegre. Pronto llegaremos. Habrá valido la
pena tanto esfuerzo.
Si el caminar terreno, frágil, lleno de sorpresas, produce tantas alegrías, ¿cómo será el caminar interior
del alma que avanza hacia el cielo?
El camino del espíritu está lleno de sorpresas, arideces, esperanzas, dudas, consuelos.
La vida no se detiene. Cada decisión es un nuevo paso hacia la meta eterna. Las etapas terrenas son
simplemente eso: momentos provisionales y contingentes.
El camino está ante mí. Alzo la mirada y veo un horizonte que no acaba. Más allá del tiempo y del
espacio, Dios me espera y me ama. Por eso vale la pena cada paso que me acerque a Su abrazo paterno
y me una a tantos hijos del mismo Padre celeste.