Entre la opinión y la ciencia
P. Fernando Pascual
22-8-2016
Platón distinguía de un modo bastante claro entre lo que es opinión y lo que es ciencia. Esta distinción,
¿sigue en pie en el mundo moderno?
Buscar la respuesta requeriría bastantes matizaciones. Ahora simplemente centramos la atención en
una experiencia cotidiana.
De modo espontáneo muchas personas distinguen entre lo que opinan y lo que saben.
Que mañana puede hacer buen tiempo es opinión. Que esta mañana hubo rayos es una certeza que
tienen los que estuvieron en medio de la tormenta.
Esa distinción está unida a otro aspecto del tema. Hay opiniones que son verdaderas, aunque no se ha
llegado a ellas por un camino seguro y científico. Y hay afirmaciones dadas como ciertas y científicas
que con el pasar del tiempo quedan luego superadas o desmentidas.
Estas primeras reflexiones nos hacen ver que entre lo que consideramos opinión y lo que consideramos
ciencia no podemos establecer un paralelismo con lo que es inseguro y lo que goza de certeza, con lo
falso y lo verdadero.
Porque una de las conquistas de la filosofía de la ciencia del siglo XX consiste precisamente en poner
en tela de juicio el nivel de verdad que pueda tener una proposición alcanzada desde un buen uso de los
laboratorios, pero con datos siempre sujetos a revisión.
Desde estas consideraciones, queda claro que nos movemos continuamente entre opiniones, más
inseguras, aunque a veces verdaderas, y ciencia, más segura en principio, aunque a veces algo
científico resulte ser falso.
Vivimos, por lo tanto, en medio de un cúmulo de datos y de afirmaciones que no siempre llevan a la
verdad, pero de los cuales no podemos prescindir. Esto abre la puerta a una nueva consideración que
ahora queda simplemente es esbozo: continuamente actuamos desde suposiciones que no tienen una
evidencia completa, pero que necesitamos para comer, para beber agua, para subir a un autobús o para
cambiar un neumático...
Opiniones, ciencia, dudas, creencias, certezas, errores y verdades. Todo está continuamente ante
nosotros. Ante ese panorama, el mañana está lleno de incertidumbres, aunque estamos habituados a
suponer que el despertador sonará a tiempo y que el autobús llegará a la parada cada quince minutos...