Consejos para triunfar y alivianar la vida
Rebeca Reynaud
San Juan Bosco escribía: “La ocasi￳n s￳lo encuentra a quien está preparado. Ten
un gran ideal y ámalo, cultívalo, prepárate para obtenerlo. Y tarde o temprano,
si tienes constancia y un corazón entusiasta, Dios suscitará una circunstancia, tal
vez imprevista y que parecía poco probable, que hará explotar la chispa de la
gran ocasi￳n: y obtendrás tu ideal”.
No dejemos de hacer un solo día sin hacer algo a favor del ideal que nos hemos
propuesto y, cuando menos lo pensemos, lo habremos alcanzado.
Nunca se hicieron cosas importantes sin entusiasmo. “Entusiasmo” significa
rapto divino o posesión divina. Los antiguos griegos lo veían como un don del
cielo. La gente nos ve a los ojos, hay que acariciar con la mirada. Los santos y
las grandes personalidades se abstenían de acariciar con las manos, porque
sabían que eso podía debilitar la voluntad, pero siempre acariciaban con su
mirada; sabían mirar el rostro de las personas con amabilidad, bondad y aprecio,
y eso proporciona felicidad.
La persona simpática tiene un fulgor en el rostro y va diciendo sin palabras:
“Estoy contenta de tratar con ustedes; me agrada su presencia”. Ayuda tener
siempre pensamientos alegres, recuerdos amenos y buenos proyectos. A esa
persona le da alegría encontrarse con nosotros, y eso ayuda mucho.
Una persona con espíritu de contradicción suele molestar a todo el mundo. No
hay que andar contradiciendo a la gente, diciéndole: “Usted se equivoca”; es
mejor matizar nuestra opini￳n diciendo: “Puede ser que yo esté equivocado,
pero a mí me parece…”. Así opinaremos diversamente y evitaremos la pelea.
En el consultorio de un gran psiquiatra de fama mundial hay una frase escrita:
“Para qué rezar si puedo preocuparme”. Tal vez él pretende que el paciente
pueda voltear la frase y decir: “Para qué preocuparme si puedo rezar a Quien
tiene en sus manos todas las soluciones”.
El arma más poderosa para ganarme a los demás es amarlos, para eso es
necesario morderse la lengua cuando se quiere criticar. Hay que amar a todos,
también a los duros y agrios porque nadie tiene tanta necesidad de ser amados
como los que no son capaces de demostrar cariño. Es de desear que no
tengamos tiempo para odiar ni para recordar ofensas; sólo para amar, y
recordar las cualidades de los demás. Si amo influiré enormemente en los otros.
Si no amo, seré como una lata que resuena. Amar es un don del cielo que sólo
se concede a quien lo pide muchas veces.
Una persona es tanto más pequeña cuanto más pequeñas son las cosas que le
hacen disgustarse y andar triste. Hay que vencer la tendencia natural a
venderse a bajo precio.
Eliecer Salesman dice que: “Nunca permitiré que me vuelva tan importante, tan
sabio, tan reservado y poderoso, que no pueda sonreír a los demás y reírme de
mí mismo. En esto tengo que ser ni￱o si quiero ser bendecido por Dios”.
Hay dos palabras que hemos de repetir cuando se quiera ir el buen humor de
nuestra vida: “Todo pasa”. Estas palabras repetidas en ocasi￳n de malestar y
disgusto, pacificarán el alma. Pasó el que hizo las pirámides, pasó el que hizo la
guerra y la guerra también… y este problema mío, ¿no va a pasar también? Dios
permite las purificaciones y muchas veces no sabemos por qué, como le pasó a
Job, pero nos toca confiar. El “grano” de mi vida tiene que caer en tierra, en la
humillación, en la fatiga, pero de allí saldrá la cosecha de mis triunfos. El grano
que cae en tierra y muere, ese es el que da frutos. Estoy muriendo a mi orgullo,
a mis asperezas, a mi egoísmo y esto se convertirá en cosecha de grandes
ideales realizados.
La maravilla del trabajo la han valorado muchas personalidades:
- Si eres pobre, trabaja. Si eres rico, sigue trabajando. Dios vende los triunfos al
precio del trabajo (Da Vinci).
- Si te abruman preocupaciones y angustias, trabaja. El trabajo aleja muchas
tristezas (San Juan Bosco).
- Si tienes alegría y buen humor, trabaja. Los éxitos se logran trabajando
mucho.
- ¿Sufres decepciones? Disípalas trabajando. La tristeza y la laboriosidad no
logran vivir juntas.
- ¿Tienes pocas esperanzas? Dedícate a trabajar. “El Se￱or recompensa a cada
uno según sus obras” (Salmo 61).
- Trabaja como si estuvieran en peligro tu vida y tu futuro, pues en realidad lo
están. “Los que no trabajan son, por lo general, muy desdichados” (Schlinder).
- Trabajar bien, con calidad, de acuerdo con la justicia, con el fin de amar a
Dios y servir a los demás. De este modo se contribuye a santificar a este mundo
desde dentro. Delante de Dios lo que importa es el amor que se pone en el
trabajo, enseña San Josemaría Escrivá de Balaguer.