Ser misericordiosos como pide el Señor
Martha Morales
Un musulmán muy respetuoso le preguntó a un profesor universitario, católico, del
primer mundo:
- ¿Cómo Dios siendo trascendente y omnipotente puede hacerse hombre?
El profesor le respondió:
- Lo que ustedes no saben es que Cristo tiene dos naturalezas: la divina y la
humana, y una Persona: la divina. Ustedes afirman que Alá, no ama al pecador ni al
no creyente. Nuestro Dios sí los ama, y precisamente por ese amor, se abaja y se
hace uno de nosotros.
Y efectivamente, el escándalo del acontecimiento cristiano es que el Verbo se hizo
carne. Eso es lo que el demonio no puede aceptar: Que el espíritu haya querido
unirse a la materia.
Sabemos –aunque a veces se nos olvida- que lo principal en esta vida es amar a
Dios y a los demás. El grado de participación en el amor trinitario depende de la
Voluntad de Dios, no de ser virgen o casado. No hay reglas. Dios da a quien quiere.
Dios dice, a través del profeta Jeremías: “Yo no quiero hacerte mala cara porque
soy misericordioso, y no guardo c￳lera eterna” (3,12-13). Y nosotros, a veces
hacemos mala cara o le negamos la mirada a alguien. En el libro del Éxodo se lee:
Dios “persona las culpas, la transgresi￳n y el pecado” (Éx 34,7), y nosotros no
siempre perdonamos lo que nos han hecho o lo que pensamos que nos han hecho.
Y los profetas no se cansan de advertir: convertíos al Señor, vuestro Dios, porque
es clemente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, y se duele de hacer el
mal (Jl 2, 13).
El Jubileo de la Misericordia es el primero, en la historia, con este tema,
seguramente porque Dios quiere que reflexionemos es que es tiempo de
misericordia y tiempo en que nos volvamos más misericordiosos, como Dios lo es.
Este Jubileo es para descubrir el rostro amoroso de Dios Padre en Jesús.
Este año hemos de reparar las ofensas que Dios recibe cada día.
¿Cuál es el peligro? Pregunta el Papa Francisco. Es que presumamos de ser justos,
y juzguemos a los demás. Juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería
castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. Entonces sí
que nos arriesgamos a permanecer fuera de la casa del Padre ( Angelus , 15-IX-
2013).
La misericordia del Señor puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede
hacer revivir incluso a los huesos secos de que habla el profeta Ezequiel (37, 1-14).
Jesús resume así su ense￱anza a los discípulos: “Sean misericordiosos como su
Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Se concluye que es mejor la medicina de la
misericordia que la de la severidad.
En una galería de arte
Un hombre había pintado un cuadro donde Jesús aparecía tocando a una puerta,
aludiendo a esa frase del Apocalipsis que dice: “Estoy a la puerta y llamo”. El día de
la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas
y mucha gente, pues se trataba de un artista reconocido. Llegado el momento, se
tir￳ del pa￱o que velaba el cuadro. ¡Aaah…! Hubo una expresi￳n de asombro y un
caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús, con una linterna en la
mano, tocando a la puerta de una casa que parecía algo abandonada. La puerta
tenía yerbas, lo que daba la impresión de descuido. Jesús aparecía vivo, con el oído
junto a la puerta, parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía. Hubo
muchos comentarios; todos admiraban aquella preciosa obra de arte. De pronto, un
observador encontró un fallo en el cuadro: ¡Fíjense, la puerta no tiene cerradura!
… Así que se dirigió prontamente al artista:
"La puerta no tiene cerradura…".
El pintor respondió:
"Efectivamente, la puerta no tiene cerradura porque esa es la puerta del corazón
del hombre, y el corazón sólo se abre desde dentro".
Oración para ser misericordiosos
Señor, ayúdame a que mis ojos sean misericordiosos para no juzgue ni recele por
las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a
ayudarla.
Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las
necesidades de los demás y no sea indiferente a sus penas.
Ayúdame a que mi lengua sea misericordiosa para que no hable mal de los demás
sino que tenga palabras de consuelo y perdón.
Ayúdame a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que
sepa hacer el bien y sepa hacer mis tareas diarias con amor, como Tú, y alegría.
Que mis pies me ayuden a ser misericordioso para que acuda a socorrer a mi
prójimo.
Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que sienta los
sufrimientos del que sufre. Que sepa sonreírle incluso a aquel que abusa de mi
bondad. Que tu misericordia repose sobre mí y que yo repose en tu Corazón
misericordiosísimo.
La Virgen es la criatura que con mayor abundancia ha experimentado la
misericordia divina, porque acogió en su seno al Hijo unigénito de Dios y la que
mejor ha correspondido a ese derroche de amor. La devoción a María es la mejor
senda para descubrir el rostro misericordioso de nuestro Padre Dios, que
resplandece en el Verbo encarnado.