EDUCAR A LOS HIJOS
EN LOS VERDADEROS VALORES
MARIANO ESTEBAN CARO
ANTE EL VACÍO DE VALORES
PARA EVITAR LA ESCLAVITUD MORAL.-La debilidad de la vida familiar, la
falta de comunicación entre padres e hijos, el aislamiento y la influencia de
muchos medios de comunicación, son los principales factores, que pueden
engendrar en los jóvenes confusión sobre las verdades y los valores que
dan sentido a la vida.
Muchos jóvenes piensan que ciertas maneras de actuar son moralmente
lícitas porque son aceptadas socialmente. Y se dejan arrastrar por la presión
y el influjo de las modas y tendencias inducidas por la publicidad. Todos
estos factores han hecho que muchos jóvenes en todo el mundo caigan en
formas reales de esclavitud moral.
Ante la confusión de los jóvenes sobre los valores auténticos, nunca se
debe olvidar o negar el derecho a una educación en los valores justos. Es
necesario educar en la verdad y a la verdad: la verdad sobre el hombre, la
verdad sobre la creación, la verdad acerca de la sociedad. “La verdad os
hará libres”, dice Jesús de Nazaret.
LOS FALSOS MAESTROS.-Hay “falsos maestros”, sin ideales, que
profundizan la crisis moral de la sociedad. Su única certeza es que no existe
una verdad definida, un camino seguro. Buscan que los jóvenes sean como
ellos: escépticos, dudosos, cínicos. Su enfoque de la vida lleva a los jóvenes
a la soledad y a la tristeza.
La crisis moral afecta a muchos jóvenes, dejándolos a la deriva, sin
esperanza, e impulsándolos hacia una gratificación inmediata. Jóvenes que
están abandonados en la inseguridad, la confusión y la manipulación. Sólo
educando a estos jóvenes en una visión moral de la vida se puede
garantizar la posibilidad de madurar como seres humanos inteligentes y
libres.
Por otra parte, muchos jóvenes, al no tener criterios claros, carecen de
una justa escala de valores. Educar sin un verdadero sistema de valores
éticos es abandonar a los jóvenes en la confusión moral. Nunca es
suficiente la sola formación profesional sin una responsable y seria
formación de los criterios y del corazón.
PROPONER LOS VALORES
LOS JÓVENES Y LA EDUCACIÓN EN FAMILIA.- En la familia el ser
humano recibe las primeras nociones de verdad y de bien. La familia educa
al hombre de forma integral, ya que es el ámbito fundamental y primario
para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales,
espirituales y religiosos. Así forman buenos ciudadanos y buenos cristianos,
responsables y libres. Respetuosos de valores como la verdad, la justicia, la
solidaridad.
En el seno de la familia, niños y jóvenes reciben criterios y actitudes
que les ayudarán a vivir en sociedad. Como primera escuela de vida y de fe,
la familia está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores
humanos y cristianos para que, orientando su vida, forjen una personalidad
armónica. Pero estos grandes valores no pueden ser transmitidos como una
herencia; tienen que ser asumidos y renovados constantemente a través de
una educación permanente y de una opción personal.
PROPONER VALORES A LOS HIJOS.- A lo largo del proceso educativo los
padres han de proponer gradualmente a sus hijos todo lo que es necesario
para la maduración humana y cristiana de su personalidad. Proponiendo
ideales e incluso previniendo la aparición de experiencias negativas. Lo cual
evitará la amargura del fracaso y largos esfuerzos de recuperación.
Esta tarea preventiva en el camino de la educación exige de los padres
mucha atención a la evolución de sus hijos. Especialmente los padres tienen
que trabajar en la educación. Sin miedo, pero con lucidez. Han de ser
conscientes de que los niños y, muy especialmente, los jóvenes están
sometidos a impulsos y condicionamientos negativos, fruto del influjo
exterior del ambiente social.
ATENTOS A LOS HIJOS.-Los padres tienen que estar muy atentos, con
cariño e inteligencia, a los juicios y criterios de sus propios hijos así como a
su modo de valorar a las personas y a las cosas. Han de conocer las
situaciones de la vida de sus hijos, los modelos e ideales que el ambiente
les ofrece. Deben saber captar el significado profundo de las
reivindicaciones y de los grupos en los que se mueven sus hijos. Los
jóvenes son muy sensibles a los valores auténticos y, a su modo, están
pidiendo apoyo y ayuda para alcanzarlos.
Los educadores (y los primeros educadores son los padres) forman de
verdad a los jóvenes cuando les proponen ideales trascendentes y caminan
con ellos para alcanzar la madurez. Esto será posible si saben percibir los
valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia,
la integridad, la comunión y la participación, la alegría, la amistad, la
solidaridad, el desarrollo, la ecología, la familia misma. Todos estos valores
atraerán a los jóvenes, si les son ofrecidos de tal manera que los
comprendan y los compartan, creando en ellos una disposición hacia el
bien.
TRANSMITIR A LOS HIJOS LOS VALORES SUPERIORES
RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES.-Los padres juegan un papel
trascendental ayudando a sus hijos a descubrir los valores sobre los que
fundamentar su existencia. Valor es todo bien que ayuda a crecer como
persona, como ser humano. Esta responsabilidad de los padres se hace más
necesaria en el contexto de una sociedad cada vez más secularizada y con
un creciente relativismo moral, para que los jóvenes no se dejen engañar
por falsos mitos, ni caigan en el engaño del éxito fácil.
FORMACIÓN INTEGRAL DE LOS JÓVENES.-En un mundo lleno de
dificultades sociales y familiares hay que ofrecer a los jóvenes una
formación integral. Hay que ayudarles a descubrir los principios espirituales,
morales y humanos, para que sobre ellos construyan su personalidad y
puedan participar responsablemente en la vida de la sociedad.
Hay que impulsar las cualidades y las capacidades de los jóvenes hacia
objetivos que pueden entusiasmarlos, como son el compromiso con el bien
del prójimo, con la solidaridad y la participación en los esfuerzos por
construir un mundo mejor.
VALORES A TRANSMITIR.-La misma experiencia educativa y clínica aconseja
transmitir a los hijos una serie de valores centrales, como son, entre otros,
la disciplina del autocontrol y el esfuerzo, creer en algo o en Alguien (Dios
para los creyentes) en orden a tener seguridad, la autonomía para saber
elegir y aprender a ser libres, la comunicación para saber comprometerse,
la solidaridad para saber compartir y saber renunciar, el respeto para saber
aceptar a los demás sin imponerse, la generosidad para saber dar, la
paciencia para saber esperar en un mundo lleno de prisas y dominado por la
inmediatez de internet, que tan bien maneja la “generación digital”.
DIOS Y LOS VALORES.-Decía Juna Pablo II a los jóvenes: “Sólo Dios es
bueno, lo cual significa: en Él y sólo en Él todos los valores tienen su
primera fuente y su cumplimiento final…Solamente en Él hallan su
autenticidad y confirmación definitiva. Sin Él -sin la referencia a Dios- todo
el mundo de los valores creados queda como suspendido en un vacío
absoluto, pierde su transparencia y expresividad” (Carta a los Jóvenes 4).