CADA DÍA SU AFÁN Diario de León, 30.7.16
DAR BUEN CONSEJO AL QUE LO NECESITA
Esta obra de misericordia nos exhorta no tanto a comunicar ideas o datos como a facilitar
orientaciones a los que parecen andar desorientados por la vida. Nunca ha sido fácil dar y recibir buenos
consejos. En esta época el consejo de los mayores nos parece menos necesario que en otros tiempos.
Con todo, también hoy es necesario el consejo, sobre los valores éticos que se han de observar.
En las páginas bíblicas, el consejo es en primer lugar un don de Dios y, después,
una responsabilidad humana. Se dice que Dios ofrece consejos a Moisés (Éx 18,19). Sus
consejos equivalen a sus mandamientos, como se insinúa en los salmos: “Bendeciré al
Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente; tengo siempre
presente al Se￱or, con él a mi derecha no vacilaré” (Sal 16,7-8).
En el plano humano, el consejo se entiende como sinónimo del razonamiento. En
el libro de los Proverbios se invita a los jóvenes a escuchar la instrucción del padre
(Prov 4,1-27) y se recomienda esta actitud tan cercana a la sabiduría: “Escucha el
consejo, acoge la correcci￳n, para llegar, por fin, a ser sabio” (Prov 19,20).
Más que imponer unos mandatos a sus seguidores, Jesús prefiere ofrecerles
consejos, como se ve en el diálogo con el joven rico, al que Jesús propone el ideal del
seguimiento (Mt 19,19-22).
En el marco de la última cena, Jesús promete a sus discípulos el envío del
Paráclito. El Espíritu Santo será el verdadero consejero para los discípulos del Maestro
(cf. Jn 14,26).
Podemos recordar los consejos que Pablo da tanto a su querido Timoteo (1 Tim 3,
22-23; 4,11-16; 2 Tim 4,15) como también a Tito (Tit 3,9-11) y a Filemón (Flm 17).
Hoy sabemos que nadie se hace a sí mismo. Todos necesitamos la ayuda y los
consejos de los demás. Y, al mismo tiempo, todos podemos contribuir con nuestras
sugerencias a la formación de los demás. La verdad es sinfónica y es interpretada por
muchos instrumentos.
Para ofrecer un consejo a quien nos manifiesta sus dudas, hemos de ponernos en
su lugar. No podemos presentarnos como superiores o como maestros infalibles. Todos
vamos haciendo camino. Nuestra oración y nuestra cercanía no siempre le ofrecerán una
certeza. Pero podrán ayudarle a seguir la luz de la esperanza.
Esta obra de misericordia no sólo nos invita a dar buen consejo a los que dudan.
Nos recuerda que todos necesitamos ser aconsejados. Nuestra libertad no genera el bien
ni la verdad. Todos necesitamos luz para descubrir la voluntad de Dios.
Los buenos consejos no son los que más halagan a las personas, sino los que las
orientan en el camino que lleva a la verdadera felicidad. La fe nos dice que los consejos
que nos ayudan a percibir y realizar los ideales de la verdad, la bondad y la belleza
están necesariamente marcados por el signo de la cruz.
José-Román Flecha Andrés