Tolerancia con unos, intolerancia con otros
Lucrecia Roper
El 21 de febrero del 2012, una banda de chicas punk protestó contra la campaña
electoral de Putin en la catedral de Moscú. Fueron apresadas tres mujeres de ese
grupo y se les dieron dos años de prisión. Se presenta la noticia como “intolerancia
política”. No menciona que se hizo en el altar de una catedral. Eso hace irrelevante
el hecho religioso.
Hay otros que salen a pelear por lo suyo y sí resultan respetables, como los
homosexuales o los musulmanes. Pero si alguno llega a tocar el nombre, el rostro o
el libro de Mahoma, a ver qué sucede. No se utiliza el mismo rasero.
El que se va a burlar del cristianismo, de las imágenes o de la Eucaristía, está
protegido por la tolerancia. En cambio el que se va a burlar del Islam, a ese se le
mide con otro rasero.
No es nuevo lo que digo, sólo trato de poner en palabras lo que observamos. La
mentalidad pagana es politeísta. Implica el uso de un criterio distinto de valoración
para criticar unas cosas y para perseguir otras.
Si se hacen una blasfemia o una invasión a una iglesia, se dice que es parte de la
libertad de expresión. Si estás en desacuerdo con la unión entre personas del
mismo sexo, se dice que eres “intolerante”. Hoy el cristiano no puede expresarse
sobre la homoafectividad porque lo tachan de homofóbico. Le dicen: “lo tuyo no
pinta nada”. Viene la burla, el uso del ridículo y la exclusión. La persona se respeta
pero las opiniones se dicen.
La mayor parte de los cambios han sucedido en los últimos cinco años. La sociedad
llama al mal, bien y al bien, mal. La destrucción de la familia crea una sociedad de
personas que viven solas, que buscan pasárselo lo mejor que puedan. Ese proceso
lleva a un aumento de la perversión. Cada vez más personas tienen una psicología
sexualmente depravada. Si la sociedad se maligniza, acabará siendo una sociedad
de lobos que luchan entre sí. Y eso que pasa en las personas, se traslada a las
sociedades y a las naciones.
Se impone una forma de pensar. No es descabellado pensar que en esta generación
podemos vernos abocados a una purificación de carácter apocalíptico. La gran
tribulación es una época como no ha conocido la humanidad.
El proceso que vivimos arrancó muy lentamente. En los años 60 las personas iban a
su Iglesia, tenían plena libertad para ser lo que quisieran, pero poco a poco, en esa
situación de familias unidas y respeto a los Mandamientos, comienza, tanto en la
universidad como en el mundo del arte, a sembrarse otro tipo de semillas:
comunismo, psicoanálisis, y se inculca el ateísmo en las aulas. Esos jóvenes
acabaron siendo las élites tanto en EE.UU. como en Europa y siguen ese camino de
transformación de la sociedad. En los años 90 ya la sociedad se había alejado de
Dios y van a educar a los hijos de esa manera. Después hubo un cambio más. Si
alguien es homosexual no pasa nada; ahora hay aborto, divorcio, el tercer
matrimonio y no se admite el disenso. Redefinir el matrimonio afecta a toda la
sociedad.
Hay una aceleración de este proceso. En muy poco espacio de tiempo los cambios
van a ser más radicales y más agresivos. Las personas sólo buscan la diversión y el
placer. El caso de España es paradigmático. Los sin Dios enarbolan la bandera de la
libertad, bandera bellísima, pero luego vemos en qué se concreta la libertad y los
derechos. Una cosa que aparece es que en un programa electoral de un partido es
que de un plumazo pueden declarar propiedad del Estado todas las catedrales de la
nación (José A. Fortea).
Los perversos aprovechan la ignorancia para pasar leyes. No podemos permitir que
una jerga técnica, una jerga científica, una jerga jurídica, nos convierta en idiotas
útiles. Si allí están en juego vidas humanas, por lo tanto, nos toca participar.
Los evangélicos impulsan “Día contra la Cristofobia” en Brasil; será el 25 de
diciembre en la localidad de San Pablo. La iniciativa fue aprobada por unanimidad.
El grupo de cristianos pisa fuerte ante la discriminación que sufren de grupos de
presión. Nosotros no tenemos el derecho de imponer, tampoco ellos, porque la
verdad no se impone, se expone.