LO HUMANO
Dios se hizo hombre en la persona de Jesús.
Es una afirmación que, los cristianos, tenemos muy asumida.
Quizás no tenemos muy asumido lo que ello implica.
No pretendo escribir un artículo sobre todo lo que ello implica ya que mi capacidad
no alcanza para tanto.
Simplemente me limitaré a esbozar algunas líneas sobre lo que, entiendo desde mis
limitaciones, ello conlleva.
Lo primero que me surge es la certeza de que para conocer a Dios debemos
descubrir a un ser humano.
A Jesús no podemos inventarle sino que, como a todo ser humano, debemos
descubrirle.
Para poder descubrirle solamente tenemos un instrumento y el mismo es lo que nos
dicen de él los relatos evangélicos.
No poseemos otro instrumento válido como para llegar a él.
Necesario se nos hace no quedarnos en lo que los relatos nos dicen sino que
debemos saber llegar a la verdad que encontramos detrás de los textos.
Necesario se nos hace el tener una visión del conjunto de los relatos para intentar
profundizar sobre la persona de Jesús.
Es descubriendo a la persona de Jesús que podemos descubrir lo que, con certeza,
podemos descubrir de Dios.
Lo segundo que se me ocurre es que nada de lo humano le es ajeno a Dios.
Él, en la persona de Jesús, no solamente vivió todo lo nuestro sino que, también, se
involucró en lo que hace al ser humano.
Todo lo de Jesús, porque es lo de Dios, fue una búsqueda constante de dignificar al
ser humano recuperándole en su condición de persona.
Mucho más importante que la búsqueda de lo religioso de la persona fue, para él, la
búsqueda de la dignidad personal que había que recuperar.
Su lucha contra el sistema religioso de su tiempo no tenía otra razón que el hecho
de que las normas religiosas estaban por sobre las personas.
El sistema religioso marginaba personas y ello jamás es lo que pretende Dios.
Nada, desde la acción de Jesús, es más importante que la dignificación del ser
humano en cuanto tal.
Solemos ubicar lo religioso por sobre lo humano y ello no ha sido lo realizado por
Jesús, según los relatos evangélicos.
Recuperar la mirada de Jesús es poder poner en el centro de nuestra atención al
otro como persona.
Hacer sentir al otro como persona debería ser nuestra principal quehacer en cuanto
seguidores de Jesús.
En ello consiste nuestra responsabilidad evangelizadora.
El hoy nos presenta constantes desafíos que no podemos ignorar.
Estamos inmersos en un sistema donde son muchos los que por diversas razones
quedan al margen.
Necesario se hace hacerles saber que valen porque Dios les ama.
Necesario se hace hacerles saber que Dios quiere contar con ellos.
Por ello, como cristianos, debemos tener una mirada plena de acción para con ellos
que fueron los primeros en la atención de Jesús.
Nuestro cristianismo no puede limitarse a un templo sino a lo cotidiano de nuestros
días que es donde lo encontramos y hacemos vida.
Padre Martin Ponce de Leon S.D.B