UNA PALOMA ÚNICA
Doy la comida a los canarios y debo cambiar, lo que han dejado, por nueva.
Como dentro de lo dejado siempre hay semillas sin tocar guardo esa comida para
mis palomas.
Derramo sobre el suelo un algo de maíz y un poco de migas de pan con lo que se
alimentan.
Las semillas sobrantes de los canarios lo distribuyo en un lugar.
Siempre es el mismo lugar y ellas lo saben.
Ya antes de haber depositado las pequeñas semillas ellas están esperando.
Se empujan o picotean como si ya hubiese semillas.
Desparramo las semillas en el lugar y un algo sobre la palma de mi mano.
Siempre una misma paloma se posa sobre ella y come mensamente.
Es fácil distinguirla del resto.
Un anillo se luce en una de sus patas.
Ella es la única que lo posee.
Un día apareció sobre el jaulón y poco rato después se encontraba dentro.
Los primeros días salía y, casi inmediatamente, volvía a entrar.
Luego ya no volvió a salir, libremente se quedó.
Por sus plumas es distinta a la mayoría de las demás.
Alcanza con mirar el conjunto de ellas para saber que es única.
Con el paso del tiempo comenzó, cuando entraba al jaulón, a posarse en mí.
Comencé a poner comida en mi mano y, nerviosamente, se posaba sobre ella.
Bastaba cualquier ruido o el vuelo de las otras para que remontase vuelo.
Hoy ya nada le incomoda.
Puedo, mientras come, acariciar sus plumas y acomoda su cuerpo para recibir más
caricias.
Puedo, mientras come, mover mis dedos y no hace otra cosa que posarse sobre mi
palma y continúa comiendo.
Hay días en que, por más que le espero, no se acerca a comer de mi mano.
Ninguna otra paloma le imita.
Parecería saben ese lugar es de ella y solamente de ella.
Ninguna otra paloma se posa en mi mano para disputar algunas semillas con ella.
Siempre que se posa en mi mano una extraña sensación me invade.
Me siento privilegiado con su confianza y la disfruto.
Me siento privilegiado de poder regalarle unos minutos para que esté en la palma
de mi mano.
Desde su libertad me obsequia el mimo de posarse en mi mano.
Desde su libertad me regala el aceptar lo que le brindo gratuitamente.
Luego de terminar de comer lo que hay en mi mano busca sobre mi manga si ha
quedado algo o introduce su cabeza entre mi manga y mi brazo para comer alguna
semilla que ha hecho saltar hacia allí.
Una vez ha concluido se para en el centro de la palma de mi mano y se une a las
demás.
Ella me hace recordar a esos seres especiales que Dios ha puesto en mi vida.
No son para apoderarse de su libertad sino para disfrutarles.
No son para adueñarse de ellos sino para gozar esos momentos de confianza que
saben regalar.
No son para pretender de ellos sino para brindarles, de nosotros, lo mejor.
No son para que se queden en nuestra mano sino para que, desde allí, puedan
volver a lo suyo.
Dios siempre nos obsequia alguna paloma única para que disfrutemos de los mimos
que Él quiere obsequiarnos.
Padre Martin Ponce de Leon S.D.B