HACE SEIS AÑOS
No recuerdo con certeza si era un martes o un miércoles.
Había concluido la eucaristía de la tarde.
Comenzaba a cerrar el portón de acceso al templo cuando una de las personas
asistentes regresó de su irse para decirme: “¿Podríamos hacer un almuerzo con tus
“amiguitos”?
No necesité preguntar quienes eran mis “amiguitos”.
Poco a poco me había ido acercando a algunos cuida coches y estaba impactado
con las historias de vida que iba conociendo desde ellos y se ve que en las
eucaristías hablaba mucho de ellos sin darme cuenta.
Sabía eran ellos mis “amiguitos” y el jueves y el viernes me dediqué a invitarlos
para aquel almuerzo primero el sábado 21.
Mientras iba en busca de los primeros comensales me preguntaba cómo se habrían
de sentir todos.
Los que los esperaban preparando la comida y ellos que asistían por primera vez.
Cuando llegué con el primer viaje de gente todos los “cocineros” estaban en la
puerta del salón donde se habría de servir la comida esperándolos para recibirles.
Habíamos comenzado bien.
A la hora de sentarnos a la mesa los invitados de un lado y los invitadores del otro.
Había que cambiar tal cosa.
Con el paso del tiempo ya era, casi natural, el estar compartiendo la mesa
intercaladamente.
Se fueron agregando días y comensales.
Siempre se llevaron la comida para el día siguiente.
Estamos comenzando el sexto año de actividad.
Gracias a Dios y a la generosidad de muchos nunca, por ninguna razón, hemos
debido detener la actividad.
Gracias a Dios y a la generosidad de muchos, creo yo, no ha sido una carga, la
actividad, para ninguno.
Hace seis años que compartimos, tres veces a la semana, la actividad con ellos y
son incontables las satisfacciones que nos han obsequiado.
A lo largo de este tiempo hemos aprendido a respetar sus tiempos y a valorar sus
logros.
Logros que podemos disfrutar quienes estamos semanalmente con ellos.
Hemos aprendido a respetar sus silencios y a hacerles saber que estamos con ellos.
Hemos aprendido de sus esfuerzos y sus caídas.
Hemos compartido las razones de su estar taciturnos o de su estar contentos.
Conocemos los esfuerzos que realizan para obtener algunos logros.
Logros que, muchas veces, pueden parecer pequeños pero que, para ellos, son
grandes logros.
Sabemos de sus adicciones y sus esfuerzos por superarlas o sus adicciones y su
vivir dependiendo de ellas.
De aquellos primeros algunos han fallecido pero siempre están presentes.
Han pasado otros con sus duras historias de vida que por diversas razones se han
ido de la ciudad.
Están los que ya llevan algunos años con nosotros y los que se han integrado hace
muy poco tiempo.
Hace seis años comenzamos una aventura que, jamás lo pensamos, nos habría de
enseñar tanto y nos habría de regalar tantas satisfacciones.
Eran, simplemente, “cuida coches” y hoy, gracias a Dios, podemos pronunciar sus
nombre con aprecio.
Padre Martin Ponce de Leon S.D.B