Lo que han dicho sobre la Misericordia algunos Papas
Martha Morales
La misericordia atraviesa todos los ámbitos de la vida de la Iglesia y de la
existencia cristiana. Los últimos Papas han hablado de este tema.
Paulo VI decía que participar en la Cruz de Cristo significa recibir su fruto, la
misericordia, y por tanto, nuestra salvación (cfr. Viacrucis 8 IV 1966). También
escribió: Podemos pensar que cada pecado nuestro, cada huida del lado de Dios
enciende en Él una llama de más intenso amor, un deseo de recuperarnos y
volvernos a insertar en su plan de salvación (Homilía, 23-VI-1968).
Pablo VI afirmó también que «toda la historia de la salvación está guiada por la
misericordia divina, que sale al encuentro de la miseria humana» [Discurso en la
audiencia general, 14-IV-1976].
En su encíclica Dives in misericordia , san Juan Pablo II situaba la misericordia en
el centro de la vida de la Iglesia, en la historia de la humanidad. «En el
cumplimiento escatológico, la misericordia se revelará como amor, mientras que
en la temporalidad, en la historia del hombre —que es a la vez historia de
pecado y de muerte— el amor debe revelarse ante todo como misericordia y
actuarse en cuanto tal. El programa mesiánico de Cristo —programa de
misericordia—, se convierte en el programa de su pueblo, el de su Iglesia. En el
centro del mismo está siempre la Cruz, ya que en ella la revelación del amor
misericordioso alcanza su punto culminante» [ Dives in misericordia , 30-XI-1980,
n. 8]
San Juan Pablo II explica así: “Cuando la Iglesia, con la fuerza del Espíritu
Santo, llama al mal por su nombre, lo hace únicamente con el fin de indicar al
hombre la posibilidad de vencerlo, abriéndose a la dimensión del amor a Dios
hasta el desprecio de sí mismo. Éste es el fruto de la misericordia divina. En
Jesucristo, Dios se inclina sobre el hombre para tenderle la mano, para volver a
Levantarlo y ayudarle a reemprender el camino con renovado vigor. El hombre
no es capaz de levantarse por sus propias fuerzas; necesita la ayuda del Espíritu
Santo” (Memoria e identidad , 17-18).
Su sucesor, Benedicto XVI, el Papa emérito, nos ense￱a: “La misericordia es el
núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro
con el que se reveló en la Antigua Alianza y plenamente en Jesucristo,
encarnación del amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina
también el rostro de la Iglesia y se manifiesta mediante los sacramentos,
especialmente el de la Reconciliaci￳n, y mediante las obras de caridad (…). De la
misericordia divina que pacifica los corazones, brota además la auténtica paz en
el mundo, la paz entre los diversos pueblos, culturas y religiones” (Angelus , 30-
III-08).
El Papa Francisco dice que sin la vivencia de la misericordia, “queda s￳lo una
vida infecunda y estéril… Ha llegado el tiempo de encargarse del anuncio alegre
del perd￳n”. Por tanto, hemos de albergar las obras de misericordia en el
corazón.
De la misericordia del Padre el cristiano recibe no sólo el perdón de los pecados,
sino también, en Jesucristo y por el Espíritu, una nueva vida: una vida de
dulzura, de conversión, de perdón, de justicia, de misericordia donada a los
demás para que sea aceptada por Dios.
En la exhortación apostólica Evangélii gáudium , Francisco nos pedía: «Es
indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y
fragilidad, donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso
aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo,
los tóxico-dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada
vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío
particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de
todos» [Papa Francisco, Exhort. ap. Evangelii gaudium , 24-XI-2013, n. 210].
El Papa Francisco escribe: “Al pie de la Cruz, María junto con Juan, el discípulo
del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El
perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado, nos muestra hasta dónde
puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo
de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a
ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina , para que nunca se
canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de
contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús” ( Misericordiae vultus, n.
24).
Roguemos al Señor que haga de nosotros instrumentos fieles de su misericordia:
los sacerdotes, dedicando muchas horas —pero mu has, todas las que puedan—
a perdonar en el nombre de Dios; y los seglares, con el afán constante de
preparar las almas de sus amigos y conocidos a sacar mucho fruto del
sacramento de la Confesión y a adorar a Jesús presente en los Sagrarios.
Leer más en el libro: Pontificio Consejo para la Promoción de la nueva
Evangelización, Los Papas y la misericordia. Jubileo de la misericordia 2015-
2016. San Pablo