Ventajas de casarse por la Iglesia
P. Adolfo Güémez, L.C.
«¡Padre, estamos muy ocupados preparando todo lo de la boda!» Esa frase se repite una y
otra vez, cada que me encuentro con novios que están por casarse. A lo que se refieren,
lamentablemente, no es a la boda en sí, sino a la fiesta después de la boda.
Muchos de los contrayentes hoy en día se han centrado mucho en la fiesta, y poco en el
sacramento. ¡Si tan sólo valoraran más la unión ante Dios!
Como en todo lo que vale, detrás del matrimonio católico hay muchas ventajas que ni
siquiera los mismos católicos conocemos.
:: 1. No es un simple rito ::
El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo
externo de un compromiso. ¡Se trata de un regalo que Dios da a los esposos para su
felicidad, santificación y salvación!
Los novios, al casarse, están realizando la misma entrega que Cristo tuvo por su Iglesia.
Cada vez que una pareja se compromete frente al altar, está haciendo vida lo que sucedió en
la cruz: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.»
:: 2. Se casan para amar y ser amados ::
Casarse no es fruto de la casualidad, sino el inicio de la hermosa vocación a vivir
únicamente para amar y ser amados.
No hay otra razón para hacerlo. Sólo en el amor y desde el amor el matrimonio tiene
sentido.
:: 3. No están solos ::
Lo bueno es que en este camino no andan solos. ¡Cristo se compromete a estar con ustedes!
Él, con su gracia, les promete su bendición en todo lo que necesiten para perseverar
felizmente en la entrega total, fidelidad y apertura a la vida.
El sacramento no es una «cosa» o una «fuerza». ¡Es la presencia del mismo Cristo en sus
vidas, que siempre sale al encuentro de los esposos que lo necesitan!
Gracias a esta presencia permanente de Cristo, la pareja puede levantarse de sus caídas,
perdonarse mutuamente sin importar el grado de la ofensa y llevar unos las cargas de los
otros.
:: 4. Dios bendice su intimidad ::
Este regalo va tan lejos que hace que incluso la unión sexual, vivida de modo humano, se
convierta no sólo en un momento de unión esponsal, sino en una oportunidad de hacer
crecer la vida de gracia en la pareja.
Los esposos cristianos, pues, nunca están solos con sus propias fuerzas. Tienen en sus
manos no simplemente un don de Dios, ¡sino a Dios mismo! Con Él, unido al propio
empeño, creatividad, resistencia y lucha diaria, la victoria está garantizada.
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