PERMANECER
Permanecer no es una devoción.
Permanecer es una actitud.
Permanecer es una tarea.
Permanecer es una acción.
Para poder permanecer, según los relatos evangélicos, debemos tener,
necesariamente, una postura de vida.
Para Jesús permanecer en Dios ha sido jugarse la vida hasta perderlo todo.
Permanecer, para Jesús, es salir al encuentro de los necesitados y hacerles recobrar
su condición de persona.
Permanecer, para Jesús, no es refugiarse en la comodidad del templo sino transitar
los caminos en busca de aquellos a quienes el sistema había marginado.
Por tener alguna enfermedad, por tener alguna “ocupación marginal” o por ser
extranjeros.
A cada uno de los marginados por el sistema le hace saber que el Padre Dios le
ama y le continúa teniendo en cuenta.
Les invita a saberse amados y, por ello, en condición de integrarse para
permanecer.
Nada de lo de Jesús margina sino que invita, constantemente, a permanecer en
Dios.
Es lo que, aún hoy, sigue esperando de cada uno de nosotros.
No tenemos una invitación a ser técnicos de una determinada religión.
No podemos limitarnos a ser teóricos de una postura religiosa.
Permanecer en Dios es hacer de nuestro obrar una constante oración.
Es actuar como forma de responder a lo que Dios nos pide.
Es poder aprender a mirar como Jesús miraba.
No podemos separa a Dios de Jesús.
No debemos intentar llegar a Dios prescindiendo de Jesús.
Jesús no es un ser abstracto sino que es una persona.
No podemos inventarlo sino que debemos descubrirlo.
No tenemos otra forma de asomarnos a la persona de Jesús si no es desde los
textos evangélicos.
Allí no encontramos la historia de Jesús sino la verdad de Jesús.
Para permanecer en Dios debemos acercarnos a los textos evangélicos con
honestidad y coraje.
Honestidad para poder leer mucho más allá de simples relatos.
Honestidad para poder encontrarnos con Dios que nos dice desde esa persona.
Honestidad para dejarnos cuestionar por Dios.
Coraje para encontrar detrás del relato a Dios que me habla.
Coraje para poder sentirnos involucrados en un proyecto de salvación y liberación.
Coraje para asumir que lo de Dios nos dice de nuestra relación para con los demás.
Permanecer es, siempre, la necesidad de salir al encuentro de los demás.
Permanecer es poder equivocarnos y no desaprovechar la nueva oportunidad que
se nos brinda.
Permanecer no es para los perfectos.
Permanecen aquellos que se saben limitados y, por ello, necesitados.
Permanecen quienes intentan brindar lo mejor de sí a los demás.
Permanecen quienes no se quedan de brazos cruzados sino aquellos que, aunque se
equivoquen, buscan salir de ellos mismos para brindarse a los demás.
Permanecer no es buscarse sino darse.
Permanecer no es otra cosa que poner en práctica la realidad del amor.
Permanecer es descubrirse útil y con algo para ser valioso para otro.
Permanecer es amar al próximo como a uno mismo.
Padre Martín Ponce de León SDB