Cuando pedimos favores
P. Fernando Pascual
16-4-2016
Podemos hacer muchas cosas con nuestros propios recursos. Pero otras muchas solo serán realizadas
gracias a una buena dosis de ayuda.
Es entonces cuando pedimos un favor. ¿A quién? Normalmente a alguien que, esperamos, nos va a dar
una mano.
No siempre recibimos la respuesta deseada. Pero cuando un familiar, amigo o conocido dicen “sí”,
sentimos un alivio y nos ponemos a trabajar con más entusiasmo.
Si resulta hermoso encontrar acogida a nuestras peticiones de ayuda, ¿no deberíamos preguntarnos en
qué medida nosotros estamos abiertos a las peticiones de otros?
Porque del mismo modo que uno pide un favor a un conocido, también otros han llamado, llaman o
llamarán a mi vida para que les preste un poco de mi tiempo.
La vida tiene un color diferente cuando aprendemos a ayudar y cuando nos dejamos ayudar.
Aprendemos, así, la hermosa lección de compartir nuestras pobrezas y de ofrecer nuestras riquezas.
Lo hemos escuchado tantas veces: no somos islas. De lo que se trata es de aprender a establecer
puentes para ayudar y para ofrecer ayuda a otros, a través de favores sencillos que están a la mano de
casi todos.
De este modo, construiremos un mundo más solidario, más acogedor, más fraterno. Imitaremos la
bondad generosa de Dios, que hace “llover sobre justos e injustos” (cf. Mt 5,44-48) y que no deja sin
ayuda a quienes la piden con fe y con esperanza.