DEBO DECIRTE
¿Sabés? Tu postura ante mi realidad es muy común.
Son muchísimos los que se han sentido defraudados por mi muerte en cruz.
Son muchísimos los que esperaban otra cosa de mí.
No he venido a hacer la que querían sino lo que debía.
Depositaron en mí toda una carga de expectativas sin tener en cuenta la razón
fundamental de mi tarea.
Decidieron por mí. Esperaron lo que querían y, lógicamente, se han sentido
defraudados.
Hacerles el gusto me habría resultado muy fácil y me habría librado de una buena
carga de sufrimientos.
Habría defraudado a mi Padre y toda mi tarea habría sido un sin sentido.
Mi reino no es de poder, armas o realidades sociales.
Mi reino es una realidad que crece y vive en el corazón de cada uno y desde allí se
hace acción transformadora.
Por ello es que comencé, para que ustedes la continuasen, la más revolucionaria de
las revoluciones.
La revolución que tiene como arma, como método y como finalidad al amor.
Las otras revoluciones no poseen una unidad como la que yo planteo.
Pero, también, ninguna otra revolución abarca a toda la persona y sus relaciones
como la que se realiza desde el amor.
Es la más difícil pero, también, la más radical de las revoluciones.
¡Claro!. No eran lo que esperaban.
Esperaban armas, golpes, sangre, muertes y un nuevo reino.
Sin más muertes que la mía les he regalado un reino nuevo.
No ha habido otro derramamiento de sangre que la de propia sangre.
Mi reino no pasa por lo que ustedes más querían sino por aquello que ustedes más
necesitaban.
Necesitaban, ustedes y los hombres de todas las generaciones, amor para darle un
auténtico sentido a vuestras vidas.
De la relación con mi Padre habían hecho un estricto limitarse al cumplimiento de la
ley.
Ni ustedes ni mi Padre se involucraban en ese cumplir. La habían despojado del
alma y sin ella es imposible poder involucrarse con el Padre.
Dios es un Padre que ama y, por lo tanto, lo suyo dice de una forma muy concreta
de relacionamiento y de convivencia con todo lo de todos.
De las relaciones entre ustedes habían, también, hecho un frío cumplimiento de una
ley y sobradamente se sabe que toda ley posee un espacio por donde nos podemos
liberar de ella.
Así como cumplían la ley, también, conocían y estaban más pendientes de las tretas
para poder no cumplirla cumpliéndola.
Mi reino no posee más ley que la del amor hasta sus últimas consecuencias.
Por ello es que debía pasar por la realidad de una muerte como la que viví por más
que muchos, como tú, se sintiesen defraudados.
Debía mostrar que es posible amar hasta las últimas consecuencias.
Debía testimoniar que es imposible no involucrarse plenamente en una auténtica
relación para con el Padre y para con la humanidad.
Mi reino se construye desde ese nunca perder la ilusión de que el amor es posible
pese a que todo nos pueda estar haciendo sentir que es un fracaso.
Mi reino no pasa por un manejarse por lo que la mayoría se maneja sino por un
apostar a aquellos que la mayoría desprecia.
Por ello es que, preferentemente, me rodee de aquellos más despreciados, menos
tenidos en cuenta o menos mirados por las autoridades del momento.
Mi reino es para aquellos que no le temen a la cruz porque amar es, sin lugar a
dudas, vivir la cruz a cada instante.
La presencia de mi reino no hace alardes o busca efectos impactantes. Es una
convicción que se vive a cada momento y desde allí se hace fuerza transformadora.
Todo lo mío puede ser desconcertante pero ello es parte de mi ser. He venido a
romper los esquemas que se habían establecido y hacerles ver la vida desde una
realidad a la que no se está muy acostumbrado a ver.
Lo mío puede ser tan desconcertante como el hecho de que, aquí, en la cruz, a
punto de morir y con los brazos abiertos por dos clavos esté proclamando el
comienzo de un reino que solamente se puede entender desde y con amor.
Padre Martín Ponce de León SDB