4 maneras de fortalecer tu matrimonio
P. Adolfo Güémez, L.C.
«Si no estuviera casada por la Iglesia hace tiempo que ya me habría separado.»
Es cierto que el sacramento del matrimonio es una fuerza que une más consistentemente a
las parejas, con todo, la idea no es que se convierta en un instrumento de martirio, sino de
desarrollo.
Es importante considerar que en un matrimonio donde no hay espiritualidad, no se dará
jamás este crecimiento. ¿Cuáles son las 4 maneras de lograrlo? Veamos lo que la Amoris
Laetitia nos aconseja.
1. Espiritualidad de la comunión sobrenatural
El día en que unieron sus vidas frente al altar hicieron que su unión se convirtiera, en el
hogar de la misma Trinidad. De tal forma que su amor es una hermosísima manera de dar
gloria a Dios.
No sólo el amor romántico, sino también el de todos los días, el de sus sufrimientos, luchas,
alegrías e intentos cotidianos. Es precisamente esa vida diaria, normal, la que da gloria a
Dios.
Es por eso que el matrimonio bien vivido es camino de felicidad y de santidad.
2. Juntos en oración a la luz de la Pascua
Estamos acostumbrados a pensar que la oración es una tarea más personal que familiar.
Pero no es así, pues «si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la
vida familiar».
De esa manera, todo sufrimiento, al vivirlo abrazado a Cristo crucificado, es sobrellevado
con fe y esperanza. «En los días amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado
que puede evitar una ruptura.»
Y aún mejor: todo momento de gozo, de alegría, de descanso, ¡e incuso la sexualidad!, se
convierten en una participación de la Resurrección de Cristo.
El contenido de esta oración familiar puede ser: decirle a Dios las cosas que les preocupan,
rogar por las necesidades familiares, orar por el que esté pasando un momento difícil,
pedirle ayuda para amar más y mejor, darle gracias por la vida y por las cosas buenas,
pedirle a la Virgen que les proteja con su manto de madre.
Pero el culmen de la oración es la participación de toda la familia en la santa Misa,
especialmente los domingos.
3. Espiritualidad del amor exclusivo y libre
Una de las grandes riquezas del matrimonio es el sentido de pertenecer por completo sólo a
una persona.
Cuando se casan, los esposos asumen el reto y el anhelo de envejecer y desgastarse juntos,
reflejando así la fidelidad de Dios. Porque, como decía san Juan Pablo II, «quien no se
decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día».
El secreto para lograrlo no es aguantar, sino aprender a renovarlo desde el corazón todos los
días: cada mañana, al levantarse, volver a tomar ante Dios esta decisión de fidelidad, pase
lo que pase a lo largo de la jornada. Igualmente, al irse a dormir, renovarlo hasta despertar,
para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señor.
4. Espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo
La familia es el lugar donde se puede encontrar el amor incondicional. En ella encontramos
refugio, consuelo y estímulo para todo momento de nuestras vidas.
«Es una honda experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y
reconocer a Cristo en él.»
Además, para fortalecer su matrimonio, no basta con casarse y engendrar hijos, sino que
deben abrir las puertas de su hogar a quienes lo necesiten, derramando en ellos su amor,
cuidándolos y buscando su felicidad.
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