Un sí pequeño que construye fidelidades grandes
P. Fernando Pascual
8-4-2016
Un matrimonio que cumple 35, 40, 50 años de casados, ¿no provoca admiración? Si, además, viven
felices, con detalles de ternura fresca y sincera, ¿no provoca algo de envidia?
Surgen entonces las preguntas: ¿cómo lo lograron? ¿Qué hay detrás de esos años? ¿No tuvieron
momentos de dificultades y pruebas? ¿Son una excepción en un mundo lleno de fracasos y de
abandonos?
En la fidelidad grande de los matrimonios, de los religiosos, de los sacerdotes, de tantos hombres y
mujeres que dicen un sí para toda la vida y lo cumplen, hay siempre cientos de momentos decisivos,
“artesanales”.
Esos momentos se construyen desde una gran cantidad de pequeños “síes”. El sí al saludo al
levantarse. El sí al trabajo diario para traer pan a casa. El sí a la cita al médico para llevar al hijo
enfermo.
Cada sí pequeño construye fidelidades grandes. Porque una vida entregada por completo al otro solo es
posible a través de gestos sencillos, cotidianos, humildes, que forman el día a día de cada existencia
humana.
Ese sí pequeño se nutre de cariño y se refuerza con la oración diaria. El corazón humano, tan frágil, tan
traicionero, mantiene la fidelidad hasta la muerte gracias a los gestos sencillos de cada día.
Dios sonríe y se alegra ante tantos hombres y mujeres que saben dar una y mil veces ese sí pequeño
que refuerza el sí grande de las promesas matrimoniales o de los votos religiosos.
Al final de la vida, quienes vivieron tantos gestos sencillos y enamorados, podrán escuchar las palabras
que abren las puertas de los cielos: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” ( Mt 25,23).