Las huellas de Dios
Hacer grande lo pequeño
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
En una entrevista sobre la autoridad del Pontífice, el Papa
recordó una máxima con la que suele describirse la visión de San
Ignacio y que a él le ha ayudado mucho, la cual dice “No tener
límite para lo grande, pero concentrarse en lo peque￱o”.
Es decir, se trata de vivir la virtud en lo grande y en lo
pequeño, y es la virtud de la magnanimidad. Se pueden hacer cosas
pequeñas, pero siempre viendo hacia el amplio horizonte, es decir,
hacia lo que Dios quiere. Cada persona, desde su lugar, ha de
tenerla y de esa manera lo pequeño, por amor a Dios, se hace
grande pues va dirigido hacia lo más alto y sublime.
Se trata de convertir nuestro quehacer ordinario en una
oración hacia Dios.
2) Para pensar
Se cuenta que hace años un científico ateo iba guiado por
algunos árabes creyentes por el desierto. Sus guías, cuando
atardecía, ponían sus tapetes sobre la arena y se ponían a rezar. El
científico y les pregunt￳ qué hacían. “Hacemos oraci￳n”,
contestaron. “﾿Y a quién se dirigen en la oraci￳n?”, preguntó. “A
Dios”, le respondieron. El científico sonri￳ maliciosamente y les
pregunt￳: “﾿Han visto ustedes a Dios alguna vez?”. Le respondieron
que no. “Y, ﾿lo han tocado con sus manos?”. Le dijeron que no.
“﾿Han escuchado la voz de Dios con sus oídos?”. La respuesta
nuevamente fue negativa. El científico concluy￳: “ᄀEntonces no sean
ustedes locos! Si nunca han visto a Dios, ni lo han tocado, ni oído,
ustedes no deben creer en Dios”. Los árabes no le dijeron nada por
el momento.
A la mañana siguiente, mientras amanecía con una aurora
espectacular, el científico salió de la carpa y, al ver las huellas de un
camello, les coment￳ a los guías: “Por aquí pas￳ un camello”. Uno
de los árabes le pregunt￳ al ateo: “Pero se￱or, ﾿acaso ha visto
usted al camello?”. “No lo he visto”, respondi￳. Volvi￳ a preguntarle:
“O, ﾿acaso lo oy￳ cuando pas￳ por aquí?”. “Nada de eso”, dijo el
científico. “﾿Lo toc￳ con sus manos?”, insisti￳ el guía. “Tampoco”. El
árabe concluy￳: “Entonces usted está loco: ﾿C￳mo puede creer que
pasó por aquí un camello, si usted no lo vio, ni lo oyó, ni tocó con
sus manos?”. El científico, se￱alando el piso, repuso enojado: “Es
que aquí sobre la arena están las huellas del camello”. Entonces el
árabe, mirando el cielo y señalando la aurora que asombraba a
todos, concluy￳: “Se￱or, ahí tiene usted las huellas de Dios; por
tanto, no cabe duda de que Dios existe y actúa. Un Dios que
también lo ama y ha dejado su huella en toda la creación, incluso en
usted mismo, aunque usted no lo reconozca”. El científico ya no
pudo decir nada.
3) Para vivir
Más que el tamaño de las obras, a Dios le importa el amor que
ponemos en ellas. Nuestra vida normal se compone de cosas
ordinarias, no espectaculares y desde ahí ha de estar dirigido
nuestro corazón al Señor.
San Josemaría nos recuerda: “¿Has visto cómo levantaron
aquel edificio de grandeza imponente? –Un ladrillo, y otro. Miles.
Pero, uno a uno. –Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que
suponen poco, ante la mole del conjunto. –Y trozos de hierro. –Y
obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...
¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?...
– A fuerza de cosas pequeñas!” (Camino, n. 823).
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