Documentos, historias y realidad
P. Fernando Pascual
2-4-2016
Una historia se basa en documentos. Los documentos existen gracias a personas. La realidad no cabe ni
en los documentos ni en la mente de las personas.
Aquí radica uno de los dramas de la historia: no puede recoger ni reflejar los hechos. Además de la
complejidad de cada evento, en el que se mezclan cientos de factores personales, sociales, ambientales,
tecnológicos, los mismos documentos sufren de una herida incurable.
¿Por qué los documentos están heridos? Porque recogen solo aquello que ha sido considerado
relevante, según los criterios más o menos correctos de quienes los elaboran. Y porque muchos
documentos pueden perderse o pueden ser marginados por los historiadores según las perspectivas que
asuman a la hora de narrar los “hechos”.
Las historias que leemos tienen, por lo tanto, una debilidad ineliminable. Nos dicen aspectos
importantes del pasado, pero no pueden nunca recoger el rico y complejo dinamismo que rodea cada
uno de los acontecimientos humanos.
Reconocer lo anterior no implica desprestigiar el trabajo que tantos historiadores realizan con seriedad
loable y con un deseo sincero de reflejar el pasado, en la medida de lo posible. Pero sí ayuda a darnos
cuenta de los innumerables huecos que caracterizan a tantos documentos antiguos sobre las vidas y las
acciones de quienes han dejado huellas más o menos profundas en el devenir humano.
La realidad es siempre mucho más rica y más compleja de lo que puedan recoger los documentos
mejor elaborados y lo que puedan decir los historiadores más competentes. Porque esa realidad se
construye desde una filigrana de eventos que solo al final de los tiempos podrá ser desvelada en toda su
riqueza y misteriosidad.