Actos y consecuencias no previstas
P. Fernando Pascual
2-4-2016
Los actos humanos introducen novedades en el mundo. Generan procesos. Producen bienes o males.
Tienen consecuencias.
Esas consecuencias a veces son previstas. Sé que si envío ese mensaje habrá alguien que se enfadará.
Sé que si hoy no pago esta factura mañana en la tienda me tratarán peor (o al menos con poca
simpatía).
En otras ocasiones las consecuencias son imprevistas. Por más que pensemos y que intentemos
calcularlo todo, nuestras acciones llevan a resultados que nunca habríamos ni sospechado.
Por eso, la vida de cada ser humano encierra un misterio que escapa a nuestro control. Porque con
aquel silencio ayudamos a una persona sin haberlo planeado. Como también con aquel cambio de ruta
provocamos un grave accidente de tráfico.
Ese misterio no debe paralizarnos: la opción cobarde de actuar lo menos posible también tiene sus
consecuencias. Por eso, necesitamos reflexionar bien las cosas antes de decidir, con la conciencia de
que luego, lo que ocurra, en muchas ocasiones será imprevisible.
Buscar el bien es un deseo noble que vale la pena promover entre los seres humanos. En esa búsqueda
del bien se incluye el esfuerzo por evitar consecuencias dañinas, para uno mismo o para los otros,
aunque no siempre logremos evitarlas.
Cuando, tras un acto sopesado con prudencia, nos encontremos ante consecuencias extrañas,
imprevistas, no nos asustemos. Cuando resulte posible, buscaremos paliar los daños y pedir perdón,
aunque en muchas ocasiones no haya habido ninguna culpa por nuestra parte.
Al revés, cuando nos encontremos inesperadamente con resultados positivos que tampoco fueron
previstos, demos gracias a Dios que permite esas pequeñas sorpresas que alivian la vida humana y nos
ayudan a intuir que, al final del camino terrestre, nos espera una dicha “imprevista”: la del cielo que
recibe a quienes buscan hacer el bien, piden perdón, y se dejan abrazar por la misericordia divina...