Viernes Santo
Una de las cosas que más le gustan a Dios, es que meditemos la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo pues le costó mucho trabajo. Es un camino donde
vamos a aprender qué es amar. Es el espectáculo del amor más grande, trae el
remedio para cambiar nuestro corazón retorcido. Allí descubrimos cuan
importantes somos para Dios, qué cosa tan seria es el pecado y cómo vencerlo,
y descubrimos nuestra vocación más profunda, ir al Cielo. Cristo en la Cruz se
prepara y nos prepara para el cielo. Vamos a ser liberados de las seducciones
del mundo y de la carne. Hay que ir observando todo lo que pasó en la Pasión de
Cristo. Se entregó completamente por nuestra salvación. Al meditar su Pasión
abrazamos a dos manos el regalo que Él nos concedió. Cristo ganó para ti la
victoria sobre satanás, sobre la carne y sobre el pecado. Hay que escuchar con
fe la predicación de los apóstoles y de la Iglesia, que es la casa de la Palabra.
Hay que ejercitar la fe en el regalo que Cristo nos ha dado. Si creemos que
Cristo ha sido resucitado podemos salvarnos. La gente busca con ansiedad esa
salvación pero no sabe dónde está. Allí está ese tesoro que ya no está escondido
pero muchos no lo han encontrado; en cierto modo sigue oculto porque la gente
mira al Crucificado y no sabe qué significa. “Ahora hago nuevas todas las cosas”
dice el Señor en el Apocalipsis. Dios nos renueva. El desenlace de esta
meditación es arrepentimiento y gratitud, es buscar el río de la gracia
especialmente a través de la confesión.
La decisión de los principales del pueblo que llegan a una conclusión tenebrosa
pero que no escapa a los designios de Dios. Jesucristo, el Cordero inocente, es
llevado a juicio. Se cumple lo que dijo el evangelista Juan: “Él vino a los suyos y
los suyos no le recibieron”, en primer lugar vino para el pueblo de la Antigua
Alianza. Dios nos libre del rechazo al pueblo judío, es un pecado que no debe
repetirse. Dios mismo se ha declarado en favor del pueblo israelita. Los dones de
Dios son irrevocables. Nos toca agradecer a ese pueblo que haya traído la Luz.
Jesús, la Virgen y los Apóstoles son judíos. Tampoco podemos negar que las
autoridades de ese tiempo vieron en Él una amenaza y un enemigo. ¿Por qué
tanto rechazo? Detrás está el poder de las tinieblas que inspira el odio contra
Cristo y los suyos. ¿Por qué los líderes se dejaron atrapar por ese odio? Jesús les
resultaba un estorbo porque ellos habían conseguido sus privilegios en esa gran
distancia entre Dios y su pueblo; como Dios les parecía tan lejano, hacen de la
religión una forma de vida; se autonombran puente entre el Imperio y el pueblo,
administran la interpretación de la ley y los ritos. Les convenía ese Dios lejano;
podrían seguir cobrando a la gente la “aduana” y dar las reglas para encontrarse
con Dios. Dios se manifiesta en Cristo y ese Dios estorba porque deshace los
deseos de poder humano. Si el Dios de Jesús es el verdadero no van a poder
ganar beneficios políticos y económicos. Toda su idea estaba forjada en un Dios
lejano, en cambio Cristo trae la idea de un Dios cercano que regala demasiado.
Se habla de tres horas de oración porque Jesús por tres veces pide a sus amigos
que lo acompañen a orar, luego les dice: ¿No habéis podido velar ni una hora?
Son tres horas de agonía en el huerto. Los tres evangelios sinópticos hablan de
ello. Los tres relatos nos muestran el dolor de Cristo, el terror de su alma y el
deseo de unirse a la voluntad del Padre. Jesús se siente solo y triste hasta la
muerte pero al mismo tiempo se une con todo su amor a la voluntad del Padre
celestial. Los apóstoles no oran, se sienten agotados por el sopor.
Jesús es sacerdote, intercede, se pone en medio, interceder es “meterse entre”,
hace la labor de puente. Santa Catalina de Siena dice de Cristo: Él es el puente.
Quiso ser el hijo amoroso y obediente. Jesucristo vence la distancia entre Dios
que todo lo puede y nuestra naturaleza que es tan frágil, entre Dios que es
santidad y nosotros que somos de barro. Jesús cubre esa distancia. Ofrece
oblaciones, sacrificios para cubrir esa distancia. Nuestra misión es ser sonrisa de
Dios que pueda llegar a esta humanidad rebelde y enferma. La labor de puente
es hermosa pero dura, por eso Cristo siente que se muere. Ser Dios para los
hombres, ser hombre para Dios, ese es el misterio de Getsemaní. Llegar a los
hombres con la bondad de Dios, y llegar a Dios con las miserias de los hombres,
rogando que Dios perdone, que libere y haga su obra perfecta en ellos. Eso trae
lágrimas. No se puede ser puente sin seguir el camino de Cristo. Si quiero ser
mensaje de Dios para los hombres me van a tratar como a Cristo, con desprecio,
con ingratitud, con blasfemias. Tener el corazón de Dios para los hombres suena
poético pero va a haber rechazo, lo dice San Juan.
San Lucas describe Getsemaní, dice que los apóstoles estaban profundamente
tristes (Lucas 22, 14ss; 22,39). Sólo Lucas destaca esta tristeza. El sudor de
sangre baña todo su cuerpo, es como un bautismo, y es esto lo que
presenciamos en ese sudor de sangre. Relata que un ángel consuela a
Jesucristo. No cambia las cosas, pero ofrece ese amor, esa cercanía... Cuando la
gente tiene dificultades no sólo necesita soluciones sino compañía, oración,
acompañamiento Nelson Medina).
San Agustín rezaba así: “Graba, Se￱or, tus llagas en mi coraz￳n, para que me
sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor; tu dolor, para soportar por
ti toda suerte de dolores; tu amor, para menospreciar por el tuyo todos los
demás amores”.