¿Puedo cambiar de opinión?
P. Fernando Pascual
19-3-2016
Hay personas que creen que nunca cambiarán de opinión. ¿Cómo llegan a pensar así? Puede haber
varias respuestas, y entre ellas algunas parecidas a las siguientes.
La primera: “no puedo cambiar de opinión porque ya estudié lo suficiente sobre este tema”. ¿De
verdad? ¿Hay campos del saber que están “cerrados” y sobre los que no se puede aprender algo más?
¿Basta con estudiar mucho un argumento para llegar a conclusiones inamovibles sobre el mismo?
La segunda: “porque esta idea me convence y no quiero que me la arrebaten”. De acuerdo, te
convence. Pero, ¿no vale la pena cambiarla si la convicción es equivocada?
La tercera: “el tema es confuso, y como nadie tiene la razón al respecto, basta con escoger lo que cada
quien prefiera”. Este motivo es sumamente débil, pues la confusión no suprime el deseo profundo que
tenemos por acercarnos a la verdad, y el deber del trabajo intelectual riguroso y valiente para
alcanzarla.
La cuarta: “como actúo de buena fe, si me equivoco Dios no me va a castigar”. Pero la verdadera
“buena fe” implica seriedad, y estar abiertos a perspectivas nuevas que puedan sacarme de errores
arraigados.
La quinta: “cuesta mucho replantearlo todo y acoger nuevos razonamientos”. Tienes razón, pero
cuando está en juego la salud de cuerpo y la del alma, vale la pena un nuevo esfuerzo si aparecen ideas
que me obligan a cuestionarme las opiniones que hasta ahora consideraba “indiscutibles”.
¿Puedo cambiar de opinión? Sí, porque soy un ser humano, porque tengo una inteligencia capaz de
pensar, porque tengo una voluntad que anhela el bien verdadero.
Por eso no voy a atrincherarme en esas opiniones que parecen formar parte de mi vida como si fueran
indestructibles. Al contrario, viviré con una sana apertura de mente y de corazón para dejar a un lado
todo lo que me aleje de la verdad y para acoger todo lo que me acerque, aunque sea un poco, a ella.