Experiencia de Cristo y misión
P. Fernando Pascual
19-3-2016
¿De dónde surge el fuego que anima a tantos hombres y mujeres a llevar el Evangelio a otros? De una
experiencia profunda, íntima, personal, de Jesucristo.
Quien tiene a Cristo en su corazón, quien siente en sus venas el fuego que el Maestro vino a traer al
mundo (cf. Lc 12,49), necesita darlo a conocer a otros, porque el amor es, esencialmente,
comunicativo.
El Papa Francisco lo explica en la exhortación “Evangelii gaudium”, sobre todo en los nn. 264-267. El
n. 264 inicia con estas palabras:
“La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de
ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la
necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?”
El anhelo que impulsa a tantos católicos a predicar a Cristo es tan intenso que permite repetir las
palabras de san Pablo: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un
deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” ( 1Co 9,16-17)
¿Cómo llegar a esa pasión misionera? De un modo muy sencillo: con la cercanía que surge desde la
contemplación. Quien reza, quien participa en la Liturgia de la Iglesia, quien se deja tocar por la
misericordia, se convierte en misionero.
“La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse
en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve
a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita
redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida
nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás” (“Evangelii gaudium”, n. 264).
Cada ser humano anhela, a veces sin darse cuenta de ello, el encuentro con Dios salvador. Cuando nos
damos cuenta de ello, somos capaces de comprometer toda nuestra vida en la tarea de llevar el Amor
de Cristo a los otros.
“A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades
más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos
propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con
belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más
hondas de los corazones” (“Evangelii gaudium”, n. 265).
Cristo camina hoy en la historia humana en cada bautizado que celebra, que agradece, que reza, que
vive en la misericordia. Porque ese bautizado transmite, muchas veces con su presencia humilde y
llena de cariño sincero hacia el otro, que Dios Padre es Amor y que nos lo ha dado todo en su Hijo
Jesucristo.