El error y la verdad
P. Fernando Pascual
12-3-2016
Nos equivocamos muchas veces. Al marcar un número de teléfono o al suponer que hoy había
autobuses a una hora inexacta. Al confiar en un “amigo” que no lo era y al hacer mal las cuentas al
pagar las medicinas. Al guardar en el bolsillo la llave que no necesitábamos mientras dejábamos en
casa la que sí era importante.
El error entra continuamente en la experiencia humana. Porque una cosa es lo que suponemos y otra
diferente es la verdad. Y porque precisamente la diferencia entre lo que pensamos y lo que son las
cosas fundamenta el fenómeno del error.
Hablar de errores nos lleva a hablar de la verdad. Si en la devolución del pago de una compra decimos
que el cajero se equivocó significa que pensamos que existe una contabilidad exacta y que las monedas
a devolver deben ser 5 y no 3.
Existen, sin embargo, pensadores que niegan que podamos conocer la verdad. Lo cual implica,
automáticamente, decir que no somos capaces de descubrir los errores, como ha sido señalado por
algunos filósofos.
Pero por más que digamos que la verdad es imposible o muy difícil de alcanzar, continuamente nos
topamos con errores. Nuestros, y nos duelen si las consecuencias son graves (por ejemplo, cuando
pusimos un aparato en el enchufe equivocado y se quemó). O de otros, y también las consecuencias
pueden ser más o menos graves.
En un mundo lleno de informaciones, de mensajes, de opiniones, donde todo ocurre con velocidades
que asustan, hace falta reconocer el riesgo continuo que tenemos de equivocarnos, y la necesidad de
reflexionar antes de emitir un juicio sobre temas sencillos o complejos.
Solo entonces seremos capaces de equivocarnos un poco menos, de no caer en las redes de los errores
(algunos intencionales que se llaman mentiras) de otros, y de construir sociedades más abiertas a la
verdad...