Desbloquea tu vida
Muchas historias de gracia y conversión llegan a un punto de estancamiento.
¿Por qué nuestra vida llega a detenerse? Casi todos pasamos por esa
experiencia. Los frenos son muchos. Unas veces, los pecados repetidos nos
llevan a no avanzar, otras veces, una persona herida no perdona y no avanza;
otras veces no se supera un complejo; esas actitudes son como
aprisionamientos de la mente. Cada uno alcanza a presentir que si se supera ese
obstáculo Dios tiene nuevos caminos para ella o él. Hay gente que abandona sus
prácticas religiosas, entonces Dios nos podría preguntar ¿dónde está el amor
primero?
¿Cómo diagnosticar este estancamiento? La gente más adelantada es la que ha
tenido esta clase de experiencia de darse de baja. Hay gente que se jubila de la
práctica de la fe y se dedica a lo mínimo, no son ya miembros activos. ¿Cuál
sería el costo de esta situación en gente que tiene formación y deja de difundir
la experiencia del encuentro con Dios?
Hay gente que ha vuelto a la fe y luego se estanca; después de una gran
efervescencia archivan el fervor inicial. Jesús ya vio venir este problema y lo
describe en la parábola del sembrador. Muchos nos reconocemos en esas dos
experiencias: la experiencia de la superficialidad y la experiencia de que nuestra
vida espiritual se ahoga en medio de muchas cosas.
Nos sustraemos de la realidad espiritual y social y se queda uno con el círculo
familiar. Tenemos que despertar a la responsabilidad social. Hay problemas
transversales que atraviesan todas las casas del país. Somos una sociedad
egoísta, sólo se busca que a uno las cosas le salgan bien. ¿Y qué hacer con los
que las cosas les están saliendo mal? Hay cuatro familias que están bien y
setenta que están mal. El día que te atracan dices: “¿pero adónde vamos a
llegar?”. Somos la generación del egoísmo voluntario. Si los problemas son
transversales, las soluciones también tienen que serlo.
Para dar el salto del ámbito doméstico al social, se necesita gente cualificada y
allí es donde algunos se retiran, tampoco quieren recibir y se quedan en el
ámbito de sus pequeños intereses.
Si un tubo se tapa ya no pasa el agua, se estanca y se pudre. Con el egoísmo
tapo el agua de Dios, y uno se da cuenta de que su vida está atascada. Hay
situaciones que vamos a afrontar muy pronto porque estamos sentadas en una
bomba de tiempo. Hay causas no solucionadas. Tenemos una generación de
jóvenes dopados, narcotizados, no terminan de aterrizar. Tienen la pantalla en
blanco en estas cosas. Nosotros somos una generación que depende de que todo
nos llegue enlatado. Todo el entretenimiento nos llega de los apararos nuevos.
Lo espiritual está conectado con lo comunitario, o se salvan juntos o se hunden
juntos. Todos somos parte de la solución o del problema.
Nuestros bloqueos parten de la falta de amor, el amor es lo que nos hace crecer
y rejuvenecer. ¿Qué frena mi amor? El mapa de tu amor es la ciudad donde tú
realmente vives. ¿Por qué el mapa de tu amor tiene ese tamaño? ¿Porque
renglones inmensos de la población dejaron de significar algo para ti? Hay que
preguntarse: ¿Por qué mi mundo es sólo este mundo?
Para salir del atasco hay que dejar de diagnosticar hacia afuera y diagnosticar
hacia adentro. ¿En qué momento mi amor adquirió estas fronteras pequeñas?
Haz una lista de las personas que se sienten amadas por ti. En muchos casos la
respuesta suele ser dramática. El día en que yo muera, ¿a quién le duele? Hay
que conocerse a sí mismo. Somos expertos en diagnóstico exterior, pues
pasemos también al diagnóstico interior. Hay que romper esa nuez ciega que es
nuestro corazón.
¿Qué es lo realmente importante en la vida? Uno pelea batallas que no le tocan.
En muchas familias hay competencia, hay quien se pasa la vida desquitándose,
demostrándose que sí pueden. Así no se avanza porque desquitarse con la vida
no es un acto de amor, es un acto de venganza. Hay gente que no puede
disfrutar lo que tiene porque el de enfrente tiene más. Hay personas cerradas al
amor.
Otro bloqueo es el resentimiento, es no perdonar. Cuando Jesús nos pidió
perdonar nos pide algo práctico, es decir: ya no le des más poder a tu enemigo,
personar es soltar, es dejar a la otra persona en las manos de Dios. Hay un
adagio que dice: “Tu enemigo te hirió una vez; tu recuerdo, mil veces”. Perdonar
no es heroico, perdonar es práctico. ¿Por qué uno se aferra al pecado, al
resentimiento? Porque da seguridad, el resentimiento es una caricia perpetua del
ego, esa caricia causa adicción. Es pensar: “él o ella era mala y la buena soy
yo”.
Con la venganza hay una afirmación vigorosa del propio yo. Otro bloqueo es la
frustración perpetua, es decir, el acto obstinado de la mente que se aferra a algo
que no va a ser suyo. Cuando veo que algo no va a suceder tengo que readaptar
expectativas. Ese ejercicio es el que algunos no alcanzan a dar, por ejemplo en
el plano afectivo. Hay personas que han cometido todos los errores posibles y
quieren echar el tiempo para atrás. Hay una frontera entre dejarle los imposibles
para Dios y el querer hacerlos nosotros. Puede suceder pero es excepcional. No
es posible amar en esas condiciones. Mientras uno espera al príncipe azul llegan
sólo sapos. El amor siempre existe bendiciendo un presente. Si lo que tienes no
bendice el presente, no es amor. El amor nunca es una hipoteca, sino te está
bendiciendo desde hoy, es una trampa. El sueño imposible es un bloqueo.
Primer paso: Jesús dice: “entra a tu cuarto y cierra la puerta”, es decir, no
hagas depender tu futuro y tu felicidad de otros. No importa cuál sea tu
situación afectiva, necesitas estar a solas con el que te creó. La liberta empieza
allí. Necesitas tiempo sin amigas, sin teléfono, sin internet, sin televisión, para
descubrir al que te ama.
Segundo paso: renunciar a tu puesto de segundo encargado del universo. Suelta
algunas cosas: el proyecto, el negocio, el prestigio, el vicio... El camino que nos
marca Jesucristo es la oración, es decir: “Hágase tu voluntad”. Así se vive mejor
y de deja vivir.
Tercer paso: antes de plantear tus brillantes análisis, ora.
Cuarto paso: asociarse para luchar contra el egoísmo; formar comunidad con
otros que también sean conscientes de que hay que servir a otros (Nelson
Medina).