La Iglesia como profecía
P. Fernando Pascual
27-2-2016
Si se entiende al profeta como un enviado de Dios, que anuncia su Palabra y que defiende sus
indicaciones, la Iglesia ha tenido, tiene y tendrá siempre una función profética indiscutible.
En esa función profética, la Iglesia ha sabido proponer, a lo largo de los siglos, una visión sobre
la vida, la familia, el bien, la justicia, que ha permitido a millones de seres humanos descubrir un
modo nuevo de pensar y de actuar.
En el mundo moderno la Iglesia está llamada a seguir con la mirada puesta en Cristo, que la
fundó; bajo la guía continua del Espíritu Santo, que la ilumina y la mantiene en su naturaleza
íntima; desde el Amor del Padre, que nos espera en el Reino de los cielos.
Si algunos en la Iglesia olvidan esto y se dejan llevar por el miedo, por la apatía o por la pereza;
si dejan que las ideas del mundo se conviertan en la referencia para sus pensamientos y acciones,
llegarán a una situación de “apostasía silenciosa”, según una fórmula usada recientemente por
los papas.
Al contrario, si cada bautizado escucha la Palabra, tal y como la enseñan los obispos unidos
entre sí y al Papa en la fidelidad al mensaje recibido, entonces se convertirá en sal y fermento de
un mundo lleno de confusiones, de egoísmo, de abortos, de fracasos matrimoniales, de avaricias
y de desesperanzas.
La Iglesia mantiene hoy, desde su fidelidad amorosa a Cristo, desde la mirada continua en la
Revelación (Escritura y Tradición), desde la luz de los concilios y de tantos Padres y Doctores
de todos los siglos, un tesoro que el mundo anhela sin darse cuenta, pero que necesita: el tesoro
de la gracia misericordiosa de un Dios que busca y ama a cada uno de sus hijos.