¿A qué vino el Papa a México?
P. Adolfo Güémez, L.C.
Es innegable el interés mediático que ha suscitado la visita del Papa Francisco a México.
No hay nadie en el país que no se haya enterado de ella. Todo el pueblo Mexicano está al
pendiente de cada gesto, palabra o acción que su Santidad realiza.
Pero no todos han estado de acuerdo con la visita. Muchos son también los detractores.
Quienes, a pesar de las pruebas fehacientes, siguen alegando que el Papa cobra por sus
visitas, que los gastos son superiores a la derrama económica y drenan los recurso del
gobierno, que no debe de venir a visitarnos porque no todo México es católico, etc., etc.,
etc.
Pero más allá de toda polémica, ¿para qué ha venido el Papa a México?
1. Como él mismo lo ha dicho, ha venido como peregrino. Su visita no es una visita oficial,
como cualquier otro jefe de estado, sino que es, principalmente, una peregrinación a
muchos lugares santos que tenemos en esta tierra.
Además, el peregrino no sólo visita iglesias, sino también personas. Como ha hecho en
tantas ocasiones ya el Papa, su peregrinar es también hacia aquellos individuos más
olvidados de la sociedad.
Por eso, cada vez que ve a un enfermo, su mirada se derrite y su sonrisa se reenciende.
Porque a eso vino: a ver, hablar y tocar a esos otros cristos que a veces tan olvidados
tenemos en nuestra sociedad.
2. El Papa también vino a reconfortarnos. Todos sabemos que el momento histórico de
México no es el mejor. Pero también somos conscientes de que el pueblo Mexicano tiene
un potencial enorme, que se suele despertar precisamente en momentos como éste.
Así que Francisco ha venido a ayudarnos a hacerlo. Él quiere que México sea cada día
mejor, no sólo a nivel económico, sino sobre todo en el espiritual. Él sabe que sólo de la
mano de Dios toda violencia puede ser superada, que sólo bajo su protección toda dificultad
será vencida.
Él ha venido a recordarnos que no estamos solos. Que la Iglesia Universal, con su cabeza al
frente, nos lleva dentro de su corazón.
3. Su Santidad, asimismo, viene a ayudarnos a renovar un amor muy especial: el de la
Virgen de Guadalupe.
¿Qué católico no se emocionó al verlo por más de 20 min., en profundo silencio y
meditación, frente a frente de la Madre de Dios en Guadalupe? ¿Quién no se sintió más
guadalupano ese día?
En México jamás estaremos huérfanos, porque la Madre de Dios nos ha adoptado de una
manera muy especial, y nunca nos soltará de su mano, ¡porque ninguna madre suelta jamás
a sus hijos!
Gracias, Santidad, por no dejarnos solos, por permitirnos acompañarle en esta
peregrinación que ha venido a regalarnos.
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