Una niña en la persecución comunista en China
P. Fernando Pascual
13-2-2016
Se llamaba Siao Mei, que significa “Pequeña belleza”. En 1951 tenía apenas 4 años. Vivía en Kaifeng.
Era hija de una madre católica.
Ese año, su madre, con otras mujeres católicas, había sido arrestada. Fue a la cárcel con su hijita. En
otra celda de la misma cárcel habían encarcelado a monseñor Gaetano Pollio, arzobispo de Kaifeng.
Su madre consiguió que los carceleros diesen permiso a su hija para que jugase fuera de la celda. De
este modo, Siao Mei pudo convertirse en el contacto entre las mujeres católicas y su obispo.
Cuando salía a “jugar”, la niña se acercaba discretamente a la celda del obispo, lo saludaba, le
preguntaba cómo estaba. Recibía recados y los llevaba a su madre y a las otras mujeres católicas.
Un día uno de los carceleros preguntó a Siao Mei: “¿A quién quieres más, al Señor Jesús o al
presidente Mao Tse Tung?” La niña responde sin dudarlo: “A Jesús”.
En algunas ocasiones la niña pudo llevar hostias consagradas de una celda a otra. Era una acción
peligrosa. ¿Y si la descubrían? A la pregunta de su madre, la niña respondió: “Si un centinela me
sorprende con esta hostia, ten por seguro, mamá, que me la comeré y no se la daré al carcelero”.
Un día, por desgracia, su madre cedió a las presiones de los comunistas. Decidió dejar la Iglesia
católica para unirse a la asociación cismática promovida por las autoridades políticas. Además, acusó
públicamente a la Iglesia y a los misioneros.
Aquel día, Siao Mei, silenciosa y triste, estaba junto a su madre. Cuando su madre acusó al obispo
Pollio, la niña, sollozando, se acercó a ella y le dijo: “Mamá, vámonos a casa”.
En los días siguientes, la niña repetía una y otra vez: “Mamá, ¿no habíamos prometido al Corazón de
Jesús que queríamos permanecer siempre unidos al Papa, al arzobispo y a los misioneros? Mamá, no
tenemos que ir al infierno”.
La madre dejó que las palabras de su hija llegasen a su corazón. Pidió perdón por su pecado, volvió a la
Iglesia católica, y al poco tiempo fue nuevamente encarcelada.
La historia de Siao Mei fue contada por el mismo mons. Pollio cuando, tras una larga serie de
sufrimientos, cárceles, calumnias y procesos, pudo volver a su Italia natal y narrar algunos de sus
muchos sufrimientos en la China de Mao.
En su sencillez, una niña de 4 años mostró hasta dónde llega la fe y la fortaleza de quien se deja ayudar
por Dios. Como ella, tantos y tantos católicos de todos los siglos han sabido y saben ser fieles a Cristo
hasta el heroísmo.
(En estas líneas resumí algunas informaciones publicadas en el siguiente libro: Gerolamo Fazzini (a
cura di), In catene per Cristo. Diari di martiri nella Cina di Mao , prefazione di Bernardo Cervellera,
EMI, Bologna 2015, pp. 80-88).