Daños de las malas democracias
P. Fernando Pascual
6-2-2016
Es fácil constatar las muchas mentiras de algunos políticos en las democracias modernas. Basta
con ver sus programas electorales y luego confrontarlos con sus actuaciones.
Lo que no resulta tan fácil es descubrir en las democracias mecanismos ampliamente aceptados
que impiden que la política cumpla sus verdaderos objetivos.
Porque la única finalidad sana de la política consiste en promover la justicia, en defender la paz
y la armonía social, en garantizar los derechos fundamentales de todos los seres humanos
(también de los no nacidos), en castigar a quienes incumplen gravemente sus deberes o
perjudican a otros.
¿La realidad? Hay leyes electorales que no permiten elegir a los candidatos deseados (porque las
listas son cerradas), ni controlar sus actuaciones, ni lograr una auténtica representatividad en los
parlamentos.
Hay constituciones que permiten a los grupos políticos aprobar leyes que van contra derechos
fundamentales, empezando por el derecho a la vida (antes y después del nacimiento), por el
derecho a un salario justo, por el derecho al respeto a la dignidad de cada miembro de la
sociedad.
Hay partidos políticos que promueven sus intereses particulares o ideológicos y dejan a un lado
el bien de su Patria, la búsqueda de la convivencia, el respeto a las sanas diferencias (también
idiomáticas, religiosas o de otro tipo), la tutela de los más desfavorecidos.
Son muchos y graves los daños de las malas democracias. Y no resulta fácil superarlos,
precisamente porque hay políticos que viven de acuerdo a sus intereses, con una ambición de
poder que buscan perpetuar a cualquier precio, sin tener ante sus ojos las verdaderas necesidades
de la gente.
¿Es posible regenerar la política? Parece difícil, sobre todo cuando se constata que algunos
grupos que surgen como “antisistema” y como alternativa, tienen una fuerte carga ideológica y
promueven injusticias como el aborto, la eutanasia, la destrucción de la familia y los odios
sociales.
A pesar de tantas dificultades, cuando haya hombres y mujeres dispuestos a romper con partidos
y políticos enrocados en sus ideologías y sus injusticias, será posible abrir horizontes a una
regeneración de la vida social que deje a un lado los daños de las malas democracias.
¿Un sueño? Para muchos sí, pero un sueño empieza a hacerse realidad con pasos concretos,
incluso con métodos tan sencillos como el boicot a aquellos grupos de poder que aprisionan la
sociedad y sostienen a los malos políticos; y con el apoyo firme y constante a quienes, desde la
honestidad, trabajan realmente por el bien de todos.