¿Hasta dónde llegan las ciencias experimentales?
P. Fernando Pascual
31-1-2016
El deseo de conocer lleva a los seres humanos a buscar, a preguntar, a experimentar, a publicar, a
recordar, a corregir y a aplicar. Las ciencias empíricas son, en ese sentido, una conquista continua y un
esfuerzo colectivo de enorme valor.
Surge entonces la pregunta: ¿hasta dónde llegan las ciencias experimentales? ¿Qué tipo de verdades
alcanzan? ¿Hay dimensiones de la realidad que escapen a su ámbito de investigación?
Son preguntas propias de la filosofía, en cuanto reflexiona sobre la actividad del mundo científico del
pasado y del presente. Son preguntas que analizan los motivos y los resultados que pueden alcanzar los
investigadores cuando intentan conocer mejor la estructura de una célula, los elementos químicos con
sus propiedades, o los posibles usos técnicos de una nueva fibra óptica
Entre las respuestas que la filosofía ofrece, dos tienen una especial importancia. La primera recuerda la
contingencia propia del método científico. Lo que hoy se considera como “verdadero”, mañana resulta
precisado, corregido, a veces descartado, gracias a nuevas observaciones que también están sometidas
a revisiones continuas a lo largo del tiempo.
La segunda permite reconocer la cantidad de ideas y de experiencias que escapan a la observación del
microscopio, a las medidas de las básculas y de las reglas, a las fórmulas de la química, a las imágenes
fotográficas.
Por ejemplo, la misma noción de verdad no es empíricamente observable, sino que se sitúa como algo
que acompaña a cada experimento en su preparación, en su realización, y en el modo de interpretar sus
resultados.
Si miramos dimensiones como la ética, el sentido de la vida, la espiritualidad, la religión, la posibilidad
de una vida tras la muerte, los instrumentos científicos no permiten resolver preguntas esenciales que
millones de seres humanos se han planteado y se plantean continuamente.
Reconocer esos ámbitos del saber que van más allá del laboratorio justifica el necesario espacio que la
filosofía y otros saberes humanos tienen en nuestro mundo. Desde luego, si la ciencia experimental
tiene sus exigencias, también la filosofía debe respetar lo propio de su método y no pretender invadir
áreas que no son de su competencia.
Desde el reconocimiento de la pluralidad de ámbitos de saber y en la reflexión continua sobre lo que es
alcanzable en cada uno, los seres humanos caminamos hacia el encuentro de verdades propias de cada
disciplina. Solo desde tales verdades (muchas de ellas de difícil acceso) podremos orientar mejor
nuestras decisiones y construir un mundo más abierto a la justicia, al bien y a la belleza.