COSAS SENCILLAS
Difícilmente podemos experimentar dificultad para asimilar la prédica de
Jesús.
Era una prédica muy propia de su tiempo y ello puede ser la única dificultad
con la que nos podemos enfrentar hoy en día.
No vivimos situaciones o realidades como las que nos plantean los ejemplos
utilizados por Jesús.
Necesitamos trasladarnos a aquella época para poder comprenderlos
debidamente.
No nos sucede lo mismo cuando intentamos adentrarnos en el contenido de
los mismos.
Jesús utilizaba las cosas cotidianas para hablar del reinado de Dios.
Con asombro podemos ver como los seguidores de Jesús necesitaban se les
explicase el contenido de los ejemplos por él utilizados.
No era una oratoria común en aquel tiempo.
Sus seguidores, en su gran mayoría, no eran seres de una gran formación
cultural.
Si Jesús les hablaba de semillas ellos se quedaban en las semillas y no
lograban dar ese otro paso a que tal cosa respondía a una alegoría.
Pero Jesús no modifica su oratoria.
Utiliza ejemplos triviales para hacer referencia de las cosas de Dios.
Jamás se aparta de recurrir a situaciones que se vivían, que se podrían vivir
o situaciones plenas de cosas cotidianas.
Su mensaje no era abstracto, elevado o apartado de la realidad.
Bien podían quedarse en lo literal de su mensaje y el mismo era pleno de
buena noticia.
Pero cuando detrás de aquella mujer que se alegra por haber encontrado la
moneda perdida se puede descubrir a Dios que se alegra por una persona
que se encuentra con Él el mensaje se vuelve una noticia no buena sino
buenísima.
Pero, lo repito, la inmensa mayoría de aquellos oyentes no tenían la
capacidad de llegar a la buenísima noticia y se quedaban en la humana
buena noticia.
Les habló de hombres asaltados y golpeados, les habló de aves y lirios del
campo, les habló de higueras y ovejas perdidas.
Les habló de trabajadores y pescas, les habló de siembras y cosechas.
La gente le escuchaba fascinada hablarles con tanta sencillez y autoridad.
Siempre les habló del Dios y de su reinado y, tal vez, muy pocos
comprendieron su enseñanza.
Jesús jamás se desanimo y continuó hablando sencillo para aquella gente
sencilla.
Cuando habló con un hombre culto y habló del “nuevo nacimiento” tampoco
aquel hombre entendió lo que le decía.
Podía tener sobradas razones para hacer una prédica teológica pero no lo
hizo.
Podía encontrar mil motivos para realizar un mensaje de connotaciones
puramente sociales pero no lo hizo.
Podía encontrar argumentos para realizar alegatos políticos pero no lo hizo.
Podía tener elementos como para predicar contra la religiosidad de su
tiempo pero no lo hizo.
Habló de cosas sencillas que hacían a la vida cotidiana.
Jamás dejó de buscar entre lo que sucedía y se vivía elementos como para
hablar de Dios sin necesidad de nombrarlo constantemente.
Para Él todo lo que hacía a la vida de sus contemporáneos decía del reinado
de Dios.
Sí, necesitaba explicar sus dichos pero jamás se alejó de un estilo.
Sí, necesitaba “traducir” lo que había intentado hacer saber.
Pero jamás dejó de utilizar las cosas sencillas de la vida para hablar de Dios
y su cercanía plena de amor.
Padre Martín Ponce de León