Junto a quien sufre y llora
P. Fernando Pascual
23-1-2016
Una enfermedad, una muerte, un dolor íntimo y profundo. El sufrimiento ha llegado a las
puertas de un conocido, de un familiar, o de un amigo.
Quisiéramos tener las palabras justas, enviar señales de amistad y de apoyo, consolar a quien
está bajo el peso de una tristeza inimaginable.
No encontramos esas palabras, o nos salen expresiones tímidas, pobres, incapaces de expresar lo
que quisiéramos hacer por esa persona.
Al menos ahora podemos estar a su lado, ofrecer nuestra cercanía y disponibilidad, dedicar
tiempo a la escucha y a la compasión.
Es el momento de consolar. El tiempo a veces ayuda a sanar heridas, pero alivia mucho
descubrir rostros amigos y personas cercanas que ahí están, simplemente, para lo que se ofrezca.
Ese consuelo será más rico y más profundo si lo acompañamos con oraciones desde el corazón.
Dios, que ha permitido una prueba difícil, sabrá consolar a esa mujer o a ese hombre que ahora
lleva sobre sí una pena tan grande.
Hoy estoy así, sin prisas, junto a ti, que sufres y lloras. Quiero que tus lágrimas sean también
mías, aunque seguramente no percibo ni una cuarta parte de lo que ahora tú sientes.
Al menos cuenta con mi corazón de amigo y con mi deseo de estar a tu lado. En este rato, y los
que pueda ofrecerte, quisiera ser un buen samaritano de tu alma, un compañero que refleje un
poquito al verdadero Consolador y Amigo: a Cristo, que alivió tantos dolores de nuestro mundo
necesitado de cariño.