¿Eres libre o esclavo?
P. Adolfo Güémez, L.C.
Con motivo del inicio del 2016 me llegó esta reflexión:
«1. Un día los hombres del pueblo decidieron rezar a Dios para pedir que lloviera. El día de
la oración, toda la gente se reunió, pero sólo un niño llegó con paraguas...
Eso es FE.
2. Cuando tiras a un bebé en el aire y se ríe es porque sabe que lo atraparás de nuevo.
Eso es CONFIANZA.
3. Cada noche nos vamos a dormir, sin la seguridad de que estaremos vivos a la mañana
siguiente y, sin embargo, ponemos el despertador para levantarnos.
Eso es ESPERANZA.
4. Hacemos grandes planes para mañana a pesar de que no conocemos el futuro en lo
absoluto.
Eso es SEGURIDAD.
5. Vemos el sufrimiento en el mundo y a pesar de ello nos casamos y tenemos hijos.
Eso es AMOR
6. Había un abuelo con la siguiente leyenda escrita en su camiseta:
“No tengo 70 años, tengo 16 con 54 años de experiencia”.
Eso es ACTITUD.
Vivan su vida con
Fe,
Confianza,
Esperanza,
Seguridad,
Amor y
Actitud.»
La vida es un don precioso que se nos ha regalado. Y lo mejor de todo, ¡sin usar!
Pero no sólo: cada año se me regala como una página en blanco, con la oportunidad de
comenzar de nuevo cada día. Puedo hacer con ella lo que conviene o lo que me plazca.
Porque Dios me ha regalado junto con la vida mi propia libertad.
De mí depende llevarla con decisión a un lado u otro. De mí depende hacerla feliz o
amargada. De mí depende que vuelva a su Creador o se aleje de Él.
¡Ya estuvo bueno de pretender que los demás son los culpables de lo que me pasa! En mis
manos está la decisión de orientarla hacia donde quiera.
Es cierto que no siempre puedo escoger lo que me pasa. ¡Pero siempre puedo elegir cómo
reaccionar ante ello! Porque mientras más haga depender mi felicidad de lo que me sucede,
mayor será la evidencia de que estoy malgastando mi libertad.
No podemos seguir viviendo como si fuéramos esclavos, porque Dios vino al mundo para
demostrarnos que nos ama como hijos, y que por eso desea que seamos libres y decididos.
La libertad se nos dio no para que la desperdiciemos, sino para que podamos elegir siempre
lo mejor, lo más bello, lo verdadero, lo que nos hace más humanos. Y mientras más lo
hagamos, más libres seremos. Porque nos acercaremos más a Dios, buscando vivir en
comunión con él.
De lo contrario, en lugar de ser hombres libres, nos convertiremos en esclavos de nosotros
mismos, del egoísmo, de nuestras pasiones o de los placeres del mundo. Porque ellos nos
«prometen libertad, mientras que son esclavos de la corrupción, pues cada uno queda
esclavo de aquel que le vence.» 2P 2, 19
El valor supremo de nuestra vida no es la independencia, sino la comunión con Dios y con
los demás. Es en ella donde encontramos plenitud y profundidad.
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