ALGO MÁS QUE PALABRAS
DESNATURALIZAR E IMPONER
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Hoy, cuando todo se impone y nada se propone, los pueblos y las naciones deberían unirse en la
verdadera elevación del ser humano, conforme a su innata vocación natural y legendaria como especie
pensante. Por desgracia, todo se desnaturaliza y, por ende, también se deshumaniza, en la medida que
pierde su auténtico espíritu. Pongamos por caso, determinadas tradiciones religiosas, como puede ser la
cabalgata de los reyes magos en un país como España, de fuerte tradición católica como además así se
reconoce en la vigente Constitución. Ciertamente, no se ha de imponer religión alguna, pero tampoco el
político de turno, debe desvirtuar una celebración de su verdadero enraizamiento histórico-religioso, para
reivindicar su partidista doctrina; y, en todo caso, lo que debería hacer es garantizar su libertad y la paz
entre los seguidores de las diversas creencias. Téngase en cuenta que la política es más que una simple
tarea, puesto que su origen y su meta están precisamente en la justicia, en el servicio incondicional a la
ciudadanía, que dicen representar, y que han de hacerlo desde una naturaleza ética y nunca interesada.
Hoy, cuando nada se propone y todo se impone, los pueblos y las naciones deberían tomar buena
cuenta, y poner a verdaderos guías, a los auténticos y formados líderes, para que lo que es tan justo como
natural, pueda ser reconocido y después puesto en práctica a través de su coherencia ingénita. Una nación
no puede por sí misma hacer lo que le venga en gana, y activar ensayos nucleares, a pesar de la oposición
de la comunidad internacional. El imperio de las armas no puede prevalecer, porque sería caminar como
destructores, cuando hemos de ser constructores de existencias dignas y humanas. La progresiva
eliminación, equilibrada con la ética y controlada con la estética precisa, de las armas de destrucción en
masa y la estabilización de los sistemas de defensa de los diferentes Estados al más bajo nivel posible de
armamento, debe ser un objetivo a proponer, para poder sacar el necesario consenso, como un primer
paso hacia un planeta armónico de referencia poética.
Hoy, cuando todo se impone y nada se propone, los pueblos y las naciones deberían trazar otros
caminos, con otras propuestas más de acogerse unos a otros, de respeto y comprensión, puesto que no hay
barrera, cerradura ni cerrojo, que pueda sugestionarse a la libertad de la mente. Desde luego, para
sentirnos bien hemos de optar por otro modo de mirar y de considerar a nuestros análogos. Pese a una
cuantiosa convergencia mundial de los ingresos nacionales per cápita, no se ha logrado necesariamente
una distribución más equitativa del ingreso dentro de los países. Esta desigualdad y las diversas formas de
pobreza, si acaso, lo que han de activar es el Estado de derecho social y, en particular, el legítimo trabajo
como derecho y deber fundamental. El mundo, está visto que lo que necesita son otras sintonías más
fraternas, pero claro, para esto, ningún ser humano debe considerarse pasivo; y, en esta inhumana
hacienda de mercado y de las finanzas, todo es como muy frío, y los que no son sujetos de producción,
aunque lo sean de sabiduría, se les margina y excluye.
Hoy, cuando nada se propone y todo se impone, yo, un don nadie, le dice a ese pueblo, a esa
nación; que nada se ha conquistado hasta ahora con la fuerza o la imposición brutal, y sí, en cambio,
cuando se plantea una visión más compartida, más de reflexión conjunta, considerando todas las libres
opciones de cada uno. Siempre debemos tener el valor y la alegría de expresar, con tolerancia, cualquier
idea. El mundo no se hizo para las economías, sino para que el ser humano pueda realizarse, convivir con
espíritu creativo, sin tanta tensión, y con mayor estima hacia su propio linaje. Más aún, cualquiera de
nosotros necesitamos tener ilusiones para mantenernos en la vida, y esta gran esperanza sólo puede ser
cultivada desde el abrazo, ya sea al universo o al ciudadano que te encuentras en la esquina, sabiendo que
nunca es demasiado tarde para ponerse en el lugar del otro y, encima, jamás es inútil. Por tanto, menos
imposiciones, más propuestas, porque en mi vida entra continuamente ese alma que nos fraterniza,
aunque digamos ¡no!. En consecuencia, deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer, desde la
libertad, por este camino y por los caminantes que no me acompañan y se quedan en la marginalidad?.
Seguramente, mucho más de lo que hago. No olvidemos que, a fuerza de querer, uno llegar a ser libre y a
glorificar el estado natural de las cosas; pero, igualmente, a ennoblecerse alargando la mano para levantar
a tantos caídos olvidados.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
6 de enero de 2016