Aprender a vivir alegres
Rebeca Reynaud
La sonrisa es un fenómeno humano de sorprendente riqueza por ser creado
de dentro a fuera, con espontaneidad expresiva, y ser irreductible a los
elementos que lo integran. Si se sonríe uno forzadamente, hace una mueca,
que es un gesto carente de expresividad. La sonrisa manifiesta una actitud
personal de alegría y beneplácito. Para comprender el significado del
fenómeno de la sonrisa, debemos verlo en bloque, como el lugar en el cual
la persona se expresa acogedoramente, enseña el filósofo Alfonso López
Quintas.
Es muy conveniente aprender a alegrarse con sencillez de las
innumerables ocasiones de dicha que hay en nuestro camino: las maravillas
del universo, la amistad, las virtudes de los demás, la satisfacción del
trabajo bien hecho, la alegría del sacrificio…
No podemos esperar a que la alegría llegue sola a nuestra vida; hemos de
fomentarla y cultivarla. Dios quiere que participemos en la “alegría
insondable, a la vez humana y divina, que se encuentra en el corazón de
Jesucristo glorificado” (Paulo VI, Ex Ap. Gaudete in Domino , 9-V-1975).
Todos tenemos tendencias desordenadas. Todos tenemos como
un potrillo que domar: nosotros mismos. Hay que llevarlo con cariño y con
firmeza, sino nos desbarranca. Hay que aprender a dominar la pereza, los
celos, la envidia, el orgullo, la concupiscencia de la carne y todo lo que nos
quite la alegría y la paz.
La alegría es misteriosa: Muchas personas veían perplejas a la Madre
Teresa de Calcuta con su sonrisa y alegría que salía del alma mientras
dedicaba sus cuidados a los menesterosos y enfermos que todo el mundo
rechazaba. Pero podemos leer lo que había en su alma: «Hay tanta
contradicción en mi alma, un profundo anhelo de Dios, tan profundo que
hace daño, un sufrimiento continuo –y con ello el sentimiento de no ser
querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin entusiasmo... El
cielo no significa nada para mí, me parece un lugar vacío » [1] . Era la noche
oscura. Escribe también Teresa de Calcuta: “La revoluci￳n del amor
comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no
quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz”.
San Josemaría Escrivá escribe en Surco : “Tu felicidad en la tierra se
identifica con tu fidelidad a la fe, a la pureza y al camino que el Señor te ha
marcado”. ( Surco , n. 84). “Si cortas de raíz cualquier asomo de envidia, y si
te gozas sinceramente con los éxitos de los demás, no perderás la alegría”.
( Surco , n. 93).
Dios ama a quien da con alegría. Dios cubre nuestras necesidades. Cuando
damos con felicidad, con alegría, nuestra fe y nuestro amor, entonces
estamos llenos, como un granero inmenso del cual otros podrán venir a
recoger buen grano para llevarlo, a su vez, a los más necesitados.
Jesús nos podría decir: “El núcleo de mi mensaje fue esa felicidad de la que
yo gozaba y que era fruto del Amor y la entrega a mi Padre y a ustedes, los
hombres. Todo lo que dije e hice, fue para que de Mi profunda alegría se
contagiasen también los demás; para que el gozo de mis discípulos fuese
verdadero (…). “Felices de ustedes, los que aceptan compartir mis dolores y
mis amores; dichosos quienes aceptan voluntariamente esta comunión con
mis sentimientos más hondos, este compenetrarse con mis deseos de
entrega más profundos; este vivir mi misma condición de crucificado en la
extraordinaria lecci￳n que no se acaba nunca.” El Señor nos podría decir lo
que dijo a los hombres de su tiempo: “Felices los pobres en el espíritu…
Felices los puros de coraz￳n… Felices los humildes y sencillos… Felices los
que sufren y lloran… Felices los que son odiados y perseguidos por mi
causa…”.
No hay que confundir la tristeza con el cansancio. La Sagrada Escritura
dice: “A muchos mat￳ la tristeza, y no hay utilidad en ella” (Eccli. 30,25). Al
desaparecer el optimismo la persona puede empezar a buscar
compensaciones que suplan su deseo de felicidad. Cuando el demonio logra
inyectar tristeza en un alma, de incoa el infierno, nos decían en la
meditación. Todo se puede venir abajo por falta de fe y de confianza. El
primer remedio contra la tristeza es la oración. El “elixir” más preciado del
demonio es la tristeza, dice Benedicto XVI.
Dirás: “Es que voy adelante a veces a rega￱adientes, y no sé si adelanto o
no”. Si has perseverado has avanzado, seguro, seguro, seguro.
Unas de las máximas del Padre Pío dicen: "Lo importante es caminar con
sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué?
Aunque te haga pasar por el desierto. Una sola cosa es necesaria: Estar
cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas." Luego
dice: “Por muy altas que sean las olas, el Se￱or es más alto. ¡Espera!... la
calma volverá.” Y: “Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá,
todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma.” Y más: “Nuestro
Señor, en cuanto considera nuestra alma lo bastante viril, lo bastante
entregada a su servicio, se apresura quitarle las dulzuras de antaño. Llega
hasta quitarle la facultad de orar, de meditar, es el abismo en las tinieblas y
la aridez. Esta mudanza aterra (...)”.
J. Follet escribe:
Al final del camino ya no hay camino sino meta alcanzada.
Al final de la cuesta ya no hay subida sino cumbre.
Al final de la noche ya no hay noche sino aurora.
Al final del invierno ya no hay invierno sino primavera.
Al final de la muerte ya no hay muerte sino Vida.