UN PEDIDO INSISTENTE
Conocí a aquella persona de una forma particular.
Participaba de una actividad en una parroquia vecina.
Debí integrar un grupo donde se conversaba sobre un determinado texto bíblico.
Entre los integrantes del grupo había dos jóvenes a quienes no conocía.
Una de ellas llamaba la atención por la luminosidad que irradiaba.
Una luminosidad que disimulaba detrás de unos grandes lentes de sol.
Al concluir el trabajo en grupo me pidieron para hablar.
Me plantearon la posibilidad de armar un grupo donde profundizar diversos temas.
Fue así que le conocí.
Siempre, su presencia, llama la atención por estar rodeada de luminosidad.
Desde hace un tiempo me pide rece para que “el amor de su vida” llegue a ella.
“Usted siempre me dice que va a llegar pero no llega nunca. Va pasando el tiempo
y no aparece nadie en mi vida”
“Rece con más fuerza, Padre, el tiempo sigue pasando”
“Quiero encontrar a alguien con quien formar una familia y tener hijos”
“¿Por qué Dios no quiere encuentre a alguien que valga la pena?”
Frases como estas son frecuentes en ella.
En oportunidades sonrío ante su “desesperación” y tal cosa provoca su enojo. “No
es para que se ría, es dramático”
Cada uno de nosotros llegamos a fin de año con nuestra mochila de pedidos.
Algunos serán para que determinadas realidades se prolonguen.
Algunos serán para que ciertas situaciones se modifiquen.
Son pedidos que son importantes porque son los que nos atañen.
Son pedidos que nos involucran y, por lo tanto, nos importan.
Están, también, esos pedidos que van más allá de lo nuestro.
Son pedidos que hacen a realidades que deben vivir seres de nuestro hoy.
Están, también, esos pedidos que nunca pueden faltar y dicen de la humanidad en
cuanto tal.
La paz, el cuidado del planeta, el fin de la violencia y situaciones por el estilo.
Llegamos a fin de este año y nuestra mochila de pedidos se hace pesada.
Algunos, ni bien se abre un poco la boca de la misma, surgen con fuerza.
Algunos pueden resultar reiterados mientras que otros responden a realidades del
momento.
Lo real es que todos nuestros pedidos tienen cabida delante de Dios.
Ninguno es una molestia que le podemos realizar a Dios.
Nada le interesa más que lo que hace a nuestra vida y, por ello, recibe y acepta
todos nuestros pedidos.
Dios no es “el genio de la lámpara”. No está para complacernos.
Milagro no es cuando Dios nos complace sino cuando logramos complacerle.
Dios utiliza los tiempos conforme nuestra conveniencia.
Con nuestros pedidos debemos saber que, una vez en sus manos, debemos ir
dando pasos para hacerlos “su voluntad”
Sería el colmo, de nuestra parte, que Dios actuase conforme nuestras urgencias.
No solamente le decimos lo que debe hacer sino, también, cuando debe hacer lo
que le solicitamos.
Dios no actúa de esa forma puesto que dejaría de ser quien es para que nosotros
ocupásemos su lugar.
Continuaré rezando para que “el amor llegue a su vida” pero, también, para que no
desespere en su búsqueda .
Padre Martín Ponce de León SDB