EL VATICANO II, 50 AÑOS DESPUÉS
Lucio del Burgo ocd
Vivía en Ávila. Fuimos a recibir al Obispo que venía de
Roma y había asistido al Concilio, magna congregación
de obispos de todo el mundo. Los alrededores de la
catedral estaban llenos de creyentes. Cada diócesis
organizó el recibimiento a su estilo pero en todos los
sitios revistió cierta solemnidad.
Pronto salieron los “Documentos del Vaticano II”. Los leí
y releí, aprendí muchas cosas y eso que todavía no había
estudiado teología. Reuniones y más reuniones para
asimilar la nueva mentalidad que estaba imponiéndose
en la Iglesia. Los cambios vinieron en cascada: en la
liturgia, en la vida consagrada, en los seminarios, en la
catequesis, en la relación con otras iglesias y
confesiones…
Llegaron las sorpresas: las vocaciones iban
disminuyendo, los curas dejaban el ministerio y los
frailes abandonaban el convento. ¡Menuda sangría! Sin
embargo hubo cosas muy positivas: nuestra identidad
como religiosos se iba clarificando, nuestra oración se
iba fortificando, veíamos donde se encontraban los
elementos esenciales. Nos dábamos cuenta que había
mucha hojarasca que podíamos abandonar en la cuneta.
La verdad es que a veces se nos pasó la mano y
cortamos ramas que después no han florecido.
Mirando para atrás y pensando en los pasos y tropiezos
que dimos, todo fue gracia. ¡Bendito Concilio porque
conocimos más al Señor y porque nos acercamos más a
su Palabra!
No podemos silenciar el paso que dimos en la liturgia,
fue lo primero de todo. Resultó apasionante aunque en
la limpieza de las iglesias echamos a perder algunos
tesoros que no recobraremos. Pero la nueva mentalidad
nos hizo experimentar la presencia del Resucitado y nos
devolvió la sencillez de la celebración.