¿Historiador o propagandista?
P. Fernando Pascual
12-12-2015
Un historiador escribe historia. Un propagandista hace propaganda. El problema es que no faltan
historiadores que hacen propaganda, o propagandistas que se visten de historiadores.
Al leer libros de historia, muchos de ellos promovidos por organismos públicos, vemos lo fácil que es
mezclar historia con propaganda. Porque hay quienes interpretan el pasado en clave ideológica, de
modo parcial, con prejuicios que llevan a alabar a algunos y a menospreciar a otros.
De este modo, se mezcla historia y propaganda, si es que no se termina con manipular la historia hasta
convertirla en una operación maquiavélica de propaganda mejor o peor presentada.
Un buen historiador, amante de la seriedad y amigo de la justicia, no incurrirá en este tipo de engaños
ni se convertirá en propagandista. Porque es propaganda recortar hechos del pasado para presentar solo
los “favorables” a una tesis y dejar de lado los “contrarios”. Porque es propaganda justificar con
criterios no históricos a unos y condenar con esos mismos criterios a otros.
La verdadera historia surge cuando se analizan los documentos, sin dejar de lado aquellos que tienen
relevancia para cada tema objeto de estudio. Además, reconoce que muchas veces falta material para
una visión de conjunto de una batalla, de un gobierno, de un proceso cultural, y abre horizontes al
lector para que se dé cuenta de este tipo de carencias.
En cambio, la propaganda surge desde ideologías e intereses que desean justificar propuestas políticas
con una lectura distorsionada del pasado, en la que “los adversarios” son presentados como viejos
opresores que buscaban solo el daño de una nación o de una clase, y “los nuestros” aparecen como
herederos de una lucha casi secular por la justicia y la libertad.
En un mundo lleno de demagogos, que abundan entre políticos, escritores, periodistas, profesores de
universidad o de enseñanza media, hace falta denunciar propagandas que tergiversan el pasado y
promover historias equilibradas y serias.
Solo con buenas historias dejaremos de lado estereotipos que llevan al desprecio de inocentes o a la
exaltación como héroes de auténticos criminales, y sabremos avanzar hacia una visión de nuestro
pasado que delinee, del modo más completo posible, las luces y las sombras que rodean a los
personajes que han influido de modo más o menos decisivo en el camino temporal de los pueblos.