Autoridades con miedo a mandar
P. Fernando Pascual
28-11-2015
Se critica mucho la corrupción de quienes tienen cargos públicos. Se critica menos la falta de valor en
quienes tienen responsabilidades de gobierno o participan de modo más directo en las decisiones que
afectan a otros.
Porque asumir un puesto de responsabilidad (alcalde, gobernador, militar, parlamentario, juez) implica
tener claro su sentido: promover la justicia, defender los derechos esenciales de las personas, garantizar
los principios básicos de la convivencia, perseguir a los delincuentes, asistir a las víctimas de injusticias
o de accidentes de diverso tipo.
Por eso, la corrupción puede ser menos grave que el miedo a gobernar. Porque el corrupto daña su
conciencia y provoca daños que a veces son poco dañinos. En cambio, el que permite el triunfo de la
ilegalidad, del desorden, de las confrontaciones sociales, de las luchas callejeras, de la falta de
solidaridad, de independentismos egoístas, de fundamentalismos agresivos, ha dañado en sus entrañas
la vida del Estado y de las sociedades.
Frente a gobernantes con miedo a mandar hace falta una denuncia decidida y un esfuerzo firme por
parte de hombres y mujeres amantes de la justicia para que esos gobernantes rectifiquen o sean
destituidos cuanto antes.
Esas denuncias valen también respecto a gobernantes, legisladores y jueces que aprueban o permiten
leyes con las que se daña a inocentes, se permite el aborto, se deja impune la usura (a veces bajo
ropajes de “préstamos” a riesgo), se promueven sistemas públicos que perjudican a trabajadores y a
empresarios comprometidos en la búsqueda del bien común.
El mundo sucumbe ante tantas autoridades con miedo a gobernar. En cambio, el mundo se regenera
con buenos gobernantes, con políticos valientes, con parlamentarios que no piensan en ideologías o en
votos, sino en la justicia y en la promoción de culturas solidarias y sanas, porque asumen seriamente
los principios de la verdadera ética pública.