Urías nos habla también hoy
P. Fernando Pascual
21-11-2015
La historia de Urías habla a cada generación humana. No sólo por el drama de un hombre que
sufre como víctima de las pasiones del rey David, sino por su amor al deber y su solidaridad con
sus compañeros.
Por eso Urías, al rechazar un banquete, al vivir de modo sobrio, al desear volver a los riesgos de
la lucha, nos habla a los católicos de todos los tiempos, y de un modo particular a los de nuestro
tiempo.
Hoy también la Iglesia, de un modo semejante a lo que pasaba con el Arca en tiempo de Urías,
habita “en tiendas” y está en peligro (cf. 2Sam 11,11). Porque hay quienes asesinan y persiguen
a los bautizados. Porque hay quienes siembran doctrinas diabólicas y engañosas entre los
creyentes (cf. 1Tim 4,1). Porque el demonio busca mil caminos para que sucumbamos a sus
tentaciones.
El corazón de Urías vive hoy en quienes reconocen esos y tantos otros problemas que afligen a
la Iglesia y al mundo. No podemos vivir insensibles ante la frialdad burocrática de algunos que
deberían servir generosamente al rebaño de Cristo y no lo hacen. No podemos ver con
indiferencia cómo los errores se difunden continuamente ante la apatía de quienes deberían
predicar la sana doctrina (cf. Tt 1,9-13). No podemos asistir con frialdad a escándalos que hieren
el corazón de los sencillos.
Frente a tanto dolor, a tantas traiciones, a tantas cobardías de quienes se han convertido en malos
pastores y en “perros mudos” (cf. san Gregorio Magno, “Regla pastoral”, 2,4), Urías invita a una
vida valiente, dispuesta a todo con tal de servir al verdadero Rey, al Salvador, al Mesías: Jesús,
Hijo de Dios e Hijo de María.
Urías murió, fiel a sus deberes de soldado y de amigo. Fue traicionado por su rey y por su
esposa. A pesar de su “fracaso”, su conciencia habla con la fuerza de la honradez y de la
valentía. Nos enseña un camino difícil, pero hermoso, para vivir con plenitud nuestra condición
cristiana.
Pase lo que pase, Cristo está a nuestro lado y nos fortalece. Como Abel, como Urías, como
tantos y tantos testigos del amor y mártires de todos los tiempos, pedimos la gracia de seguir en
pie, en la lucha por ser fieles al Maestro y a la Iglesia católica que fundó y que seguirá en pie
hasta el final de la historia...