Destruir como pecado diabólico
P. Fernando Pascual
24-10-2015
Construir es difícil. Requiere planeación, materiales, ideas, tiempo, esfuerzo, constancia.
Destruir es fácil. Con pocos instrumentos y con una voluntad decidida hay quienes derrumban
edificios, desbaratan amistades, arruinan familias.
Destruir puede ser considerado como pecado diabólico cuando alguien busca sembrar entre los
hombres venenos, rencores, falsedades y confusiones. Así queda herida la creación en su belleza
y el diablo consigue enredar a los seres humanos en un mundo de mentiras y de ruinas.
Hoy, como en tantos otros momentos del pasado, el demonio sigue su terrible tarea destructora.
Quiere destruir el verdadero significado de las palabras y la rectitud del pensamiento. Quiere
destruir la armonía interior desde el desorden en los sentimientos. Quiere destruir los corazones
al sembrar miedos y desconfianzas.
Quiere destruir, con una agresividad llena de rabia, a las familias, porque sabe que una familia
donde reina el amor y donde todos se juntan para rezar ayuda enormemente no sólo a vencer las
tentaciones, sino a caminar hacia las virtudes y a construir lazos casi indestructibles.
Sobre todo, quiere destruir los pilares en los que se funda la Iglesia católica, tanto a nivel de las
verdades de fe como en las diferentes opciones pastorales. Porque el diablo no solo daña a los
creyentes cuando siembra dudas o cuando engaña al manipular las palabras, sino también al
promover misas y actos litúrgicos llenos de “novedades” y vacíos del auténtico respeto hacia
Dios.
Frente al esfuerzo satánico por destruir, el creyente mira a Cristo y confía. Sabe que el Señor ha
vencido al mundo y que el demonio ha sido derrotado. Pero necesita continuamente mantenerse
unido al Maestro, para evitar que el dragón, que siempre busca dañar a los elegidos, pueda
herirle de muerte (cf. Apocalipsis).
La historia humana es una continua lucha entre el bien y el mal, entre quienes construyen sobre
Roca (y la Roca es Cristo) y quienes sirven al demonio destructor. Esa lucha se hace presente
cada día, en tantos momentos en los que uno tiene que decidir entre las seducciones de Satanás y
la fidelidad al Dios que ama y salva...