¿Cómo me ama Dios?
P. Fernando Pascual
24-10-2015
Dios ama. Porque es Creador, porque es Padre, porque es Bueno. Ama continuamente, ama con
fidelidad, ama con sabiduría.
Dios me ama. ¿C￳mo? Sin límites. Con ternura. Con cercanía. Con pasi￳n. “Con amor eterno te he
amado: por eso he reservado gracia para ti” ( Jr 31,3).
No puede olvidarme, porque salí de su Coraz￳n. “¿Acaso olvida una mujer a su ni￱o de pecho, sin
compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en
las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente” ( Is 49,15-16).
Precisamente porque me ama, puede pedirme amor. Un amor que me saca de mí mismo. Un amor que
me lleva al cambio más profundo y radical: la conversión.
“Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?” ( Ez
33,11). Sí: para vivir hay que dejar el pecado y empezar a creer en el Evangelio: “convertíos y creed en
la Buena Nueva” ( Mc 1,15).
No puedo continuar con mis pecados. No puedo vivir en la tibieza. No puedo dejar que el mundo
apague la llama encendida en mi corazón. Hay que dar un paso firme hacia la vida nueva. Hay que
romper con el mal para acoger el Amor pleno.
¿Cómo me ama Dios? De un modo completo, incondicional, incluso celoso. “Yahveh tu Dios es un
fuego devorador, un Dios celoso” ( Dt 4,24). Lo es precisamente porque desea mi bien, porque no se
contenta con mis frivolidades ni mis cobardías.
Lo ha dado todo por mí. Incluso se ha dado a Sí mismo. Ese es el gran misterio de la Eucaristía. Por
eso puede pedirme todo: las migajas no son capaces de contentar un Amor tan grande. Si me doy por
completo, entonces Él será mío, y yo seré suyo, para siempre...