¡Atención: un libro altamente peligroso!
P. Adolfo Güémez, L.C.
Hoy no quiero hablar yo. Hoy hablará el Papa. Se trata del prólogo que acaba de escribir
para una Biblia de jóvenes. En él nos hace una advertencia que no podemos desechar.
«Si alguna vez ven mi Biblia, quizás no les impresione mucho; ¿esta es la Biblia del Papa?
¡Un viejo libro deteriorado! Podrán ofrecerme una nueva, una a mil dólares, pero yo no la
querría.
Amo profundamente mi vieja Biblia, que me ha acompañado la mitad de mi vida. Ha visto
mis mayores alegrías y se ha mojado con mis lágrimas. Es mi tesoro más precioso. Vivo de
ella y por nada del mundo querría separarme de ella.
Esta Biblia que acaban de publicar me complace enormemente. Es tan colorida, tan rica en
testimonios, en testimonios de santos, en testimonios de jóvenes, y da ganas de ir más lejos
en la lectura hasta la última página.
¿Y después? Y después la escondes. Desaparece en una estantería, tras la tercera fila de
libros. Se llena de polvo. Y sus hijos irán a venderla un día a un anticuario. ¡No, esto no
debe pasar!
Quiero decirles algo: hoy hay más cristianos perseguidos que en los primeros tiempos de la
Iglesia. ¿Y por qué son perseguidos? Son perseguidos porque llevan una cruz y se hacen
testigos de Jesús. Son juzgados por poseer una Biblia.
La Biblia es un libro extremadamente peligroso. Tan peligroso que en muchos países se
comportan como si tener una Biblia equivaliera a almacenar granadas militares en el
armario de la ropa.
Es un no cristiano, Mahatma Gandhi, quien dijo un día: “Ustedes cristianos tiene entre sus
manos un libro que contiene suficiente dinamita como para reducir a migajas toda la
civilización, derribar el mundo, hacer de este mundo devastado por la guerra un mundo en
paz. Pero ustedes hacen como si se tratara sólo de una pieza de buena literatura y nada
más”.
¿Qué tienen entre las manos? ¿Un poco de literatura? ¿Unas bonitas y antiguas historias?
En ese caso, es necesario que digan a los cristianos que se dejan encarcelar a causa de su
Biblia: “¡Pero son estúpidos! No es más que un poco de literatura”. No, es por el Verbo de
Dios que la Luz ha entrado al mundo y nunca se va a apagar.
(…)
Tienen algo divino entre las manos: ¡un libro ardiente como las llamas! Un libro en el que
Dios nos habla.
Así, entiendan esto: la Biblia no está ahí para ser puesta en una estantería; está ahí para que
la tomen en las manos, para que la lean a menudo, todos los días, solos o en grupo.
Haciendo deporte o comprando.
¿Por qué no leen la Biblia juntos, dos, tres o cuatro? Fuera, en la naturaleza, en el bosque,
en la playa, por la noche a la luz de las velas: ¡harán una experiencia prodigiosa! ¿Temen
quizás de que una propuesta así los ridiculice unos a otros?
¡Lee atentamente! No te quedes en la superficie como si leyeras un cómic! ¡Nunca hay que
tratar superficialmente la palabra de Dios! Pregúntate: ¿Qué dice esto a mi corazón? ¿Qué
me dice Dios a través de estas palabras? ¿Me tocan en lo profundo de mis aspiraciones?
¿Qué debo hacer a cambio?
Sólo de esta manera la fuerza de la Palabra de Dios puede tomar toda su dimensión. Sólo
así nuestra vida puede cambiar, hacerse grande y bella.
¡Quiero decirles que yo leo mi vieja Biblia! A menudo la tomo aquí, la leo un poco allá,
después la dejo y me dejo mirar por el Señor. No soy yo quien Le miro, es ÉL quien me
mira. Sí, ÉL está ahí. Yo Le dejo poner sus ojos sobre mí. Y siento, sin sentimentalismo,
siento en lo más profundo de las cosas lo que el Señor me dice.
A veces Él no habla. Yo no siento nada, sólo vacío, vacío, vacío… Pero permanezco
paciente y espero. Leo y rezo. Rezo sentado porque me hace mal arrodillarme. A veces
incluso me duermo rezando. Pero no pasa nada. Soy como un hijo con su padre y eso es lo
importante.
¿Quieren darme una alegría? ¡Lean la Biblia!»
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