UN ALGO SABIDO.
Debería, por lo que se deduce de su nombre, ser un sentido generalizado pero no
siempre es así.
Muchas son las veces que dicho sentido queda perdido ante otras manifestaciones.
Muchas son las veces que uno se encuentra con adultos ante los que se pregunta si
el sentido común, en alguna oportunidad, habrá pasado por ellos.
Hay seres que, parecería, jamás dejan de afirmarse muy fuerte sobre grandes dosis
de sentido común y no se apartan de ello.
Quedar bien es un sentimiento que, en oportunidades, hace perder el sentido
común.
Por quedar bien no se tiene el mínimo sentido de ubicación y ello hace que se haga,
más que nada, el ridículo.
Cuando un padre intenta, por quedar bien con su hijo adolescente, jugar al
adolescente, se desubica y no hace otra cosa que un lamentable y ridículo papel.
Hasta su hijo, lejos de sentirse orgulloso del adulto, experimenta un marcado
sentimiento de “vergüenza ajena”. Es muy bueno escuchar las opiniones de los
adolescentes o los jóvenes sobre los adultos puesto que suelen ser tan ácidos
críticos como severos cuestionadores
El sentido común es lo que hace, precisamente, que un adulto sea un correcto
adulto.
Ese mismo sentido es quien nos hace establecer nuestros límites y, lo que es más
difícil, saberlos mantener.
No somos buenos porque todo lo permitimos sino porque poseemos la capacidad de
salvaguardar con coherencia nuestro lugar.
Ese es uno de los resultados del sentido común.
Nos hace saber y vivir con naturalidad las diferencias generacionales sin que sea
vergonzoso el hecho de que hay cosas que ya no son para un adulto y que hay
manifestaciones propias de la adolescencia, de la niñez o de la juventud.
El lenguaje adolescente o juvenil es muy particular. Para un adulto el pretender
expresarse como uno de ellos implica todo un esfuerzo y, generalmente, queda
muy de manifiesto su ser antinatural o espontáneo como lo es en ellos.
El sentido común es el que nos permite saber que tal lenguaje, por más que uno lo
conozca, no es el que debe pautar sus manifestaciones. El adulto es adulto y como
tal debe manifestarse.
Lo mismo sucede con todas y cada una de las diversas manifestaciones
generacionales.
Con facilidad, el sentido común, es quien nos hace saber de nuestras
desubicaciones por más que, en oportunidades, hagamos oído sordo a tales
indicaciones.
No resulta muy fácil dejarse guiar por el sentido común.
Muchas son las veces que callamos cuando deberíamos haber hablado y otras
muchas las que decimos cuando deberíamos haber permanecido en silencio.
El sentido común es algo que se va adquiriendo con la experiencia y ésta se
adquiere a fuerza de golpes desde la vida.
Considero que, muchísimas veces, el trato directo con la gente favorece la rápida
adquisición de esa experiencia que nos acerca a la adquisición del sentido común.
Por más que el mismo sentido nos haga saber que nunca le poseemos totalmente
y, lo que es más, nunca le llegamos a manejar de forma totalmente adecuada.
Podemos llegar a la convicción de que poseemos bastante sentido común pero,
también, con facilidad llegamos a la certeza de que aún resta para practicarlo
correctamente.
No alcanza con poseerlo sino que necesario se hace llevarlo a la práctica en todos
los momentos y tal cosa no es muy simple de lograr.
Entre el sentido común y el “ubicate” que nos reclaman los jóvenes o los
adolescentes no hay mucha distancia.
El sentido común es todo un desafío para cada uno de nosotros ya que, muchísimas
veces, demostrarlo es una ardua tarea a poner en práctica.
Al sentido común lo podemos perder con una frase, con una actitud o con una
postura.
El sentido común es lo que nos hace saber con los pies sobre la tierra y teniendo
actitudes coherentes.
El sentido común exige todo un aprendizaje donde avanzamos entre errores y
aciertos.
El sentido común es, siempre, una exigencia que nos mantiene atentos.
Padre Martín Ponce de León SDB