Ein Gedi, emblemático y precioso
Padre Pedrojosé Ynaraja
Desde hace tiempo deseaba referirme a este emblemático y precioso lugar, que
desconocen muchos de los que viajan a Israel, cualquiera que sea su actitud
espiritual o interés personal. El motivo de no haber escrito sobre este paraje es que
tenía la esperanza de encontrar algunas determinadas fotos digitales, de entre las
muchas que he sacado. Las más antiguas, las químicas, lamentablemente, se han
decolorado. Las que un día saque metido entre palmeras y recorriendo restos de la
antigua sinagoga con sus mosaicos, son las que no encuentro. A las que aquí
aparecerán, les faltan sus compañeras, espero, no obstante, no enojar, ni
defraudar, al lector. Me gusta diferenciar al turista, del que va en plan de viaje de
estudios. Y a este del peregrino. El lugar al que me referiré hoy, me parece a mí
que suscita mayormente el interés de los primeros.
PRIMERA VISITA
Mi primera visita ocurrió de la siguiente manera. Nosotros íbamos conducidos por
un gran exégeta francés, especializado en los sinópticos y del que ahora no puedo
recordar su nombre. Conducía su coche y conducía las reflexiones y enseñanzas,
que generosamente nos ofrecía. Veníamos de Hebrón, pasando después por la
fortaleza de Massada, a la que habíamos subido a pie por la rampa romana. Por el
camino había encontrado algunos cristales de caliza romboédrica, los únicos que
por aquellas tierras he visto y soy aficionado a recoger piedras, que yo llamo
minerales, sin que dejen de serlo. Nos cruzamos con un “rebaño” de camellos que
seguían en nuestro mismo sentido la carretera que pasa próxima a los restos
probables de la Zoar, la que fue refugio de Lot y compañía. Adelantarlos resultaba
un reto. Lo logró con éxito y sin rozaduras ni abolladuras en la carrocería de su
Simca 1000. Llegamos al nivel del Mar Muerto, casi 400m bajo el del Mediterráneo
y, consecuentemente, a la presión atmosférica se le añadió sus casi 40º de
temperatura.
OASIS
Se estaciona uno allí, en medio de un amplio espacio, oasis también se le llama y lo
es, repleto de palmeras. Solitario y silencioso el sitio. Puede uno desviarse hacia la
orilla, bañarse si quiere en las espesas aguas, beber un refresco en un bar próximo
que goza, dicho sea de paso, de aire acondicionado. Esto último es cosa de hace
unos años, aquella primera vez, no existía.
La descripción se referirá a diferentes experiencias, la sorpresa nos la llevamos la
primera vez, las demás el gozo. Abonado el correspondiente ticket de entrada, se
adentra uno por un estrecho camino, encajado en un angosto wadi. Un letrero dice
que hay panteras. No lo pongo en duda, pero los guardianes del lugar nada te
advierten. Si queda alguna estará muy lejos ya que, por lo que he leído, se soltaron
hace años y huyeron de aquellos pagos. Pero el letrero emociona. Acostumbra a ver
estúpidos damanes, animales emparentados biológicamente con los elefantes,
según leo, pero del tamaño de un conejo. Carentes de trompa y colmillos,
aparentemente vulgares roedores, aunque no lo sean . Aburrida su visión,
evidentemente. Ver gacelas e ibex con más seguridad, alegra siempre la vista.
Separadas por no muy espeso alambre de espino, se acercan sin miedo al visitante.
EL REY DAVID
Contempla uno las rocas, sus cresta y sus grietas y recuerda que por aquí vivió
escondido el rey David, durante su época de opositor de Saúl. Una vida de
guerrillero, trufada de estratagemas, que cuenta la Biblia con detalle, para ensalzar
el coraje y lealtad hacia el soberano, que no había perdido pese a haber huido de
palacio. Si uno le da otro apelativo a este género de vida, y que el lector supondrá
a cual me refiero, los judíos se enojan, así que no me atreveré yo ahora a
escribirla. Pero pensar en ello, llena la imaginación de apasionadas aventuras.
CAMINO Y TORRENTE
Vuelvo a repetir que el camino en algunos tramos es estrecho, se disputa el paso el
viajero y el torrente. El agua nunca se detiene, ni es tan educada como para ceder
el paso. El caminante deberá tal vez ladearse y proseguir, si va acompañado, de
uno en uno, si quiere continuar. Se trata de una ruta que dura un cuarto de hora.
Advierto que me estoy refiriendo a uno de los dos estrechos wadis, el más conocido
y corto. El otro solo lo empecé a seguir una vez y mis acompañantes se cansaron al
cabo de poco, tuvimos que regresar sin haber llegado al final.
Sin haberse aun fatigado, se le abre de repente el paisaje y se encuentra a los pies
del llamado salto de David. El agua cae de la altura, formando una poza donde
siempre encuentra uno alguien que se está bañando. Esta circunstancia nunca me
ha parecido que fuera profanación del lugar. Ver a gente gritando alegremente,
principalmente los niños, nos demuestra que no estamos en un lugar sin vida, pura
arqueología espiritual. Tierra Santa es una tierra viva, no hay que olvidarlo.
LOS CUERVOS
Siempre que he estado me han sorprendido los cuervos que revoloteaban por entre
las peñas. Mira uno entonces a sus pies y contemple el arroyo, vuelve a elevar su
vista y sumando las miradas, no puede dejar de pensar en el profeta Elías en el
torrente de Kerit, que debía ser semejante a este, pese a estar situado mucho más
al norte. A la vuelta puede uno entretenerse con detalle, viendo acacias del
desierto, de cuyas hojas veíamos por el camino que los ibex se alimentaban.
Comprobar la dureza de su madera y sus frutos en leguminosa, resulta sumamente
interesante.
Vuelvo a repetir que está uno rodeado de palmeras. Antiguamente gozaba uno
viendo los enormes y apretados racimos rojo-marrones de dátiles. Ahora estos
dulces frutos están envueltos en bolsas de malla negra que evitan se los coman las
aves, supongo que debe ser la finalidad del envoltorio, que los priva de belleza.
Pese a este detalle la esbeltez de su tronco y la gracia del gran plumero que forman
las ramas nos admiran siempre.
LUGAR REFUGIO
Descubrieron los antiguos que en Ein Gedi se podían cultivar plantas aromáticas. El
comercio de los perfumes era una actividad muy propia de los nabateos, que los
traían de lejanas tierras, resultando muy caro su precio. Pensaron que aquí podrían
cultivarlas y fue así, pero desapareció todo rastro de estas plantas, luego de las
revueltas y derrotas de los pobladores que acabaron con su expulsión del territorio.
Por estos aledaños se refugiaron monjes de Qumram, según se cree. No hay que
olvidar tampoco la rebelión de Bar-kojba (132-135), que se incubó, coció y
sucumbió, ante los ejércitos romanos. Es lugar muy apropiado para refugiarse no
solo el rey David, sino cualquier guerrillero que se precie.
Pese a ser el escenario de encarnizadas luchas, en la Biblia Ein Gedi aparece citado
en 7 ocasiones. La visión del templo de Ezequiel lo cita. La esposa del Cantar
también se refiere a él con estas palabras: Racimo de alheña (la que hoy llamamos,
generalmente, henna) es mi amado para mí en las viñas de Engadí.(Ct 1,14). El
Eclesiástico al referirse a la sabiduría divina dice: Como palmera me he elevado en
Engadí, como plantel de rosas en Jericó (Si 24,14). Alguna canción actual también
se refiere feliz a este lugar, pero, como puede suponerse, al hacerlo en hebreo, no
conozco el texto, pero si recuerdo el estribillo que va repitiendo siempre eingadi.
TANGA Y SUBFUSIL
Cuento ahora una frivolidad que reafirmará lo que decía antes respecto a que no
podemos reducir estos parajes a lugares de interés arqueológico, que no podemos
olvidar que son espacios llenos de vida, a veces, como lo que contaré con anuncios
de contiendas. Imbuidos de lo que nos había sugerido lo que he contado, repleto de
contenido bíblico, y acabada la excursión, vimos junto a la orilla a una muchacha
israelí, en minúsculo tanga, como los demás que la acompañaban, pero sin dejar de
llevar suspendido del hombro, un moderno subfusil. Chocante la visión por lo que
implicaba. Las precauciones que uno ha de tener en este país, no me permitieron
fotografiarla, pero valga la alusión, para entender el contenido.
EL TORRENTE
Dirigirse a Ein Gedi tiene otro aliciente para el interesado en los relatos evangélicos.
Se nos dice que Jesús atravesó el Cedrón, o que Getsemaní estaba a su vera, y
nadie cuando camina por su valle, ve el torrente. En realidad, actualmente, pasa
por un enorme tubo de cemento, que va enterrado unos 3 o 4 metros bajo tierra.
Lo he escuchado más de una vez, acercándome a los registros que, de cuando en
cuando, hay por estos territorios y que son propiedad de la Custodia Franciscana.
Pues bien, añado que, bajando de Jerusalén, pasado Qumram y continuando por la
carretera que se dirige al sur, si uno está muy atento, puede ver el riachuelo sucio,
que así lo es hoy en día, cruzando la carretera por la que va. El que he llamado
riachuelo sucio, es el Cedrón, cloaca hoy de la ciudad de Jerusalén, que se dirige a
su desembocadura en el Mar Muerto.
Evidentemente, para muchos, esta parada, ya lo indicaba, supone poderse bañar en
las prodigiosas y medicinales aguas del Mar Muerto o Mar de la Sal, que así
llamaban los antiguos, pero de esto no hablaré hoy, que ya es suficiente lo que he
dicho.
Explicación de la fotografías.- Arriba y abajo son parajes del Mar Muerto. Hay varias
ilustraciones de gacelas, que no extrañan demasiado al ser humano. Se ofrecen
también sendas fotografías de la manzana y de la acacia del desierto. Y unas
buenas imágenes de los cuervos que habitan en el lugar.