:: Pasesito, ¿un fenómeno aislado? ::
P. Adolfo Güémez, L.C.
La sociedad mexicana se encuentra consternada –y con mucha razón–, por el
nuevo “reto” lanzado en las redes sociales llamado el “pasesito”. Éste consiste
en meterse un “pase” de cocaína frente a una cámara, y subir el video a
Internet.
Claro que esta invitación puede hacer presión sobre algunos jóvenes inseguros
para drogarse por primera vez. Pero estoy convencido de que la mayor parte lo
hará con bastante experiencia previa.
Comentando este fenómeno, una mamá me miró con aire de preocupación el
día de ayer y me dijo: «Padre, ﾿qué le parece lo del “pasesito”? ᄀEs una
aberración! ¿No van a hacer algo para advertirles a los papás de la escuela
para que estén atentos?»
Efectivamente, son los padres de familia los primeros interesados en defender
a sus hijos de este peligro. Pero lo que hoy hiere tan fuertemente nuestra
sensibilidad, ¿lo hará también mañana?
Hoy, sí, puede ser que los padres estén atentos y se horroricen al ver a sus
hijos o a los amigos de ellos, drogándose frente a una cámara.
Pero surgen en mí algunas preguntas acuciantes: Esos mismos padres que
ahora se escandalizan, ¿no son los que hicieron la vista gorda cuando su hijo
de secundaria llegó por primera vez borracho? ¿O los que por indolencia o
“falta de tiempo” permitieron que se sirviera alcohol en la fiesta de su hija
adolescente?
¿No son los que, con tal de quitarse el problema de lidiar con un rostro
alargado o con algunos minutos de llanto, daban a sus hijos pequeños todo
cuanto les pedían? ¿No son ellos los que aún hoy les dan dinero a sus hijos –a
veces demasiado–, sin pedirles cuenta alguna?
Padres de familia, no esperen a que sus hijos se “metan el pasesito” para
actuar. Comiencen hoy.
La emergencia educativa que estamos viviendo es real y apremiante. Sus hijos
han de ser una prioridad.
Dedíquenles tiempo, más del estrictamente necesario. Los niños, sin importar
la edad, necesitan sentirse queridos por cada uno de sus padres.
Un padre de verdad, sabrá exigir a sus hijos todo lo que haga falta, aunque
lloren, pataleen o se enojen. Un padre exigente –por amor y con amor– es un
padre presente. ¡No los dejen huérfanos en vida!
Su principal foco en la educación ha de estar en la siembra de los valores.
Porque hoy podrán protegerlos del “pasesito”, pero mañana tendrán que
afrontar ellos solos muchos peligros que ni tú ni yo llegaremos a conocer, y lo
único que definirá su victoria o derrota serán los valores que hayan quedado
encarnados en sus corazones.
Como dice una frase: «Hijos sin dolor, padres sin amor». No teman exigir de
sus hijos lo mejor. Háganlo con delicadeza, cariño y respeto, pero sin miedo.
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