¿Separación o destrucción?
P. Fernando Pascual
21-9-2015
Las palabras reflejan modos de entender la realidad. Hablar de “separación” de un territorio respecto de
una realidad más grande, supone imaginar que la realidad mayor subsistiría sin ese territorio que
empezaría una existencia autónoma.
Pero si la separación implica destruir una realidad histórica que ha existido durante siglos y que ya no
sobreviviría tras el desgaje de ese territorio, entonces no hay que hablar de separación, sino de
destrucción.
¿Cuál sería el resultado de la destrucción? Dejaría de existir algo y empezarían a existir dos nuevas
realidades. Habría terminado un proyecto de convivencia, un camino común en la historia, una realidad
política que hermanaba a las personas, para dejar paso a dos proyectos independientes.
En ciertos lugares del planeta hay grupos que buscan conquistar la independencia. Trabajan
tenazmente por “separarse” de otras regiones u zonas geográficas. En muchos casos, pretenden
terminar, destruir, una convivencia.
Este tipo de situaciones puede darse desde perspectivas egoístas, con actitudes de odio y desprecio
hacia los otros, con sueños no muy claros de un futuro mejor en solitario. Otras veces se concluye un
proceso que ha llevado a unos y a otros a destruir una convivencia que permitía compartir metas, entre
penas y alegrías propias de toda historia humana.
Analizar cada situación no resulta fácil, sobre todo cuando toneladas de propaganda impiden un
pensamiento sereno, una mirada correcta hacia el pasado y el presente, y una disposición a la escucha
del otro. Pero es bueno no manipular las palabras y saber distinguir entre lo que sería una
independencia que separa y una independencia que destruye.
Más allá de esos procesos disgregadores, hay pueblos y culturas que promueven la acogida, que
adoptan metas buenas y justas, que defienden actitudes solidarias y leen la propia historia con mente
abierta y con seriedad historiográfica.
Son esos pueblos los que consiguen emprender caminos hacia la unidad y la paz, hacia la justicia y el
verdadero respeto de los otros, incluso a pesar de diferencias idiomáticas o de otro tipo. Porque unidad
no significa uniformidad, sino acogida de un proyecto común para caminar juntos hacia metas que,
esperamos, promuevan un mañana solidario, justo y bueno.