Aguantar, ¿hasta dónde?
P. Fernando Pascual
12-9-2015
Un nuevo golpe. Una impertinencia o un reproche bañado en rabia. Una ironía. Una crítica sutil. Un
ataque directo. Un gesto de desprecio.
El vaso rebosa. El corazón está a punto de explotar. Llega la hora de responder: ¡basta!
La respuesta, sin embargo, puede generar nuevas tensiones, abrir heridas, cortar puentes, enrarecer el
ambiente en familia.
Muchas veces sentimos rabia ante tantas impertinencias, ante palabras duras, ante imposiciones
despóticas. Al mismo tiempo, pensamos que podemos aguantar un poco más.
¿Qué hacer? ¿Hasta dónde podemos resistir? ¿Cuándo estamos seguros de que llegó el momento del
contraataque? ¿No es mejor esperar a que termine esta nueva tormenta?
Son muchas las situaciones en familia, o entre colegas de trabajo, o en la parroquia, o en otros grupos,
donde algunos sufren por culpa de la falta de educación de otros, donde se acumulan los gestos de
prepotencia que generan rabias.
Sabemos que una respuesta dura puede hacer recapacitar a alguien prepotente, orgulloso, insensible,
maleducado. Pero otras veces lo único que se logra es aumentar la tensión y preparar nuevas
agresiones.
En este tipo de situaciones, vale la pena mirar al cielo y preguntarle a Dios, como un día lo hiciera
Pedro a su Maestro: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?
¿Hasta siete veces?” ( Mt 18,21).
La respuesta de Jesús puede iluminarnos también hoy: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete” ( Mt 18,22). ¿El motivo para un perdón tan generoso? También Dios tiene una paciencia
infinita con cada uno de nosotros.
Otra vez recibo una palabra hiriente y agresiva. Cuesta guardar silencio. Pero será un poco más fácil si
pido ayuda a Dios, si recuerdo lo mucho que he sido perdonado, y si rezo por aquel que ahora me hiere
pero que no deja de ser mi hermano...